“El médico me dijo que debo renunciar a la mitad de mi vida sexual”. Eso le contó el marido a su mujer. Preguntó ella: “¿Y a cuál mitad vas a renunciar? ¿A la mitad en que piensas o a la mitad de que hablas?”. El toro era de casta, bravo y con trapío, de color negro entrepelado, calcetero, meano, bien puesto de pitones, de 575 kilos. Primero del lote para Joselete el Pavo, tenía embestida descompuesta. Requirió el capote el diestro, salió al ruedo y desde el tercio les ordenó a los peones: “Dejarme solo”. Fueron al callejón los de la brega y se taparon. “Dejarme solo” -repitió el torero. Le indicó el sobresaliente: “Ya está usté solo, mataó”. “No -contestó el Pavo-. Todavía está el toro”. Magnífica faena le ha hecho Xóchitl Galvez a López Obrador, también de embestida descompuesta. Ante ella el presidente se ha visto desmañado, falto de recursos, torpe. A cada uno de sus ataques ha respondido ella no sólo con desparpajo e ingenio, sino también con datos comprobables que exhiben de mentiroso a López. Yo bien quisiera que los partidos dejaran sola a esta valiosa mujer en quien reside ahora la esperanza de millones de mexicanos que temen la perpetuación de AMLO en el poder a través de una de sus incondicionales corcholatas, en pugna todas ellas por ganar el rol de marioneta. Desprestigiada la cúpula del PRI, en pasmo el PAN y ya casi inexistente el PRD, Xóchitl no debería ser una candidata de partidos, sino de ciudadanos. Por desgracia la estructura electoral es básicamente partidista, de modo que de obtener la candidatura la señora deberá cargar el muy pesado lastre de aquellas iniciales terminales, de aquellas siglas a cual más onerosa. Y para colmo el toro aún estará ahí. La maestra le propuso a Pepito un problema de aritmética: “Tienes 100 mil pesos. Le das 25 mil a Rosilita, 25 mil a Juanilita y 25 mil a Marilita. ¿Qué tienes ahora?”. Aventuró Pepito la respuesta: “¿Una orgía?”. (En el caló del bajo mundo en la Ciudad de México de mediados del pasado siglo había una palabra para designar el acto sexual en el que participaban un solo hombre y varias mujeres. Esa palabra era “pompino”. En un bello poema, “La tónica tibieza”, habló López Velarde de su “sed constante de veneros femeninos”, y dudó: “Yo no sé si esta presa mi devoción en la alta locura del primer teólogo que soñó con la primera infanta, o si atávicamente soy árabe sin cuitas que siempre está de vuelta de la cruel continencia del desierto, y que en medio de un júbilo de huríes las halla a todas bellas y a todas favoritas”. He citado de memoria, de modo que no sé si el texto acudió bien a la cita. Diré de paso que, a mi juicio, cuando el poeta se describe como “árabe sin cuitas” está rememorando la expresión “Arabia felix”, Arabia feliz, nombre que dieron los romanos a la parte más fértil de la península arábiga. Ignoro si alguien más ha explicado esa expresión del jerezano, pero ahí queda mi teoría). Advierto con alarma que estoy vistiendo la toga del magister, de modo que procederé a narrar una historieta final y luego haré discreto mutis a fin de no incurrir en culpa de pedantería o de solemnidad. Pechina Grandtetier fue dotada por la naturaleza con un busto al que con justicia se pueden aplicar los adjetivos “mayestático” y “magnificente”. No obstante tal grandor, alcanzó a sentir ciertas alteraciones en el ritmo de su corazón, cosa que la llevó a la consulta de un cardiólogo. El facultativo le pidió a su enfermera: “Tráigame un estetoscopio”. Señaló la asistente. “Lo trae al cuello, doctor”. Replicó el médico: “Necesito otro. Este caso requiere el uso de dos estetoscopios”. FIN.
Xóchitl no debería ser una candidata de partidos, sino de ciudadanos
Yo bien quisiera que los partidos dejaran sola a esta valiosa mujer en quien reside ahora la esperanza de millones de mexicanos que temen la perpetuación de AMLO en el poder.