El carácter es destino. 

Heráclito

 

De todas las cosas que nos han quedado a deber los partidos y sus gobiernos la más importante es la lucha contra la corrupción y la impunidad. Desde los tiempos memorables del PRI, la corrupción en los puestos públicos era considerada una prebenda más para quienes les “había hecho justicia la Revolución”. 

La alternancia en el poder lograda por el PAN, tuvo un gran impulso con la promesa de cambio, de sacar al PRI de Los Pinos y “quitarles la mazorca del hocico”. El candidato predicaba que acabando con las víboras prietas, las tepocatas y toda clase de alimañas, cambiaría a México sin odio ni violencia. No fue así. 

El líder nunca tuvo los tamaños para iniciar una campaña seria y eliminar la impunidad. Ningún pez gordo cayó, ningúna lucha frontal, ningún esfuerzo que anunciara una nueva moral pública. Como ahora, la familia siguió cerca del goce del poder.

La mano blanda puesta en el hombro de los capitalistas cuates, la complacencia con líderes sindicales corruptos como Elba Esther Gordillo y la convivencia y connivencia con el PRI, marcaron seis años de ilusiones rotas. 

En ocasiones escuchamos preguntas como: “¿Nunca hubo gobiernos limpios?”. Claro que los hubo. Los Adolfos fueron apasionados de su patria e íntegros servidores públicos. Ruiz Cortines y López Mateos fallecieron sin mayor fortuna. Ernesto Zedillo, aunque no combatió de frente la corrupción, sí metió a la cárcel a Raúl Salinas de Gortari, operador de los negocios de su hermano; el presidente. Zedillo y sus colaboradores cercanos tuvieron conducta ejemplar. 

En Guanajuato hemos tenido de todo, desde el gobernador Agustín Téllez Cruces, quien fue intachable y puso orden en la administración después del saqueo de Enrique Velasco Ibarra y Raúl Robles Álvarez. Resulta difícil que un gobernante pueda ocultar negocios, compadres y forma de vida. En las páginas de AM hemos publicado la historia de los mandatos de 12 gobernadores y 18 alcaldes en León. 

El rastro que dejaron y lo que algunos de ellos se llevaron resulta inocultable al paso del tiempo. Incluso en el presente nos preguntamos: ¿de qué sirven la Auditoría Superior del Estado, la Secretaría de la Función Pública, la Fiscalía Anticorrupción y la propia Fiscalía estatal, las contralorías municipales y los ciudadanos que presuntamente forman comités anticorrupción? 

La oscuridad y la falta de transparencia nunca terminaron del todo. A las primeras de cambio los funcionarios reservan información sin fundamentos, todo para maniobrar en la secrecía. 

Hoy vemos  a personajes con historial de profunda  corrupción, convertidos en chapulines políticos que cambian de partido a Morena porque en el anterior, el PRI, se acabó el negocio. 

La oportunidad en esta campaña, y en particular para Libia García, es el rompimiento con el pasado y el rescate de los ideales de su partido. El PAN se convirtió en el brazo electoral de los gobernadores. Para ello llevaron a miles de miembros a las nóminas de municipios y del estado. Difícil que los panistas que aún quieren un cambio verdadero, puedan enfrentarse al poder. 

Muchos dudan que se pueda cambiar una cultura o los hábitos de impunidad. Con carácter, con determinación, se puede. ¿Cómo hacerlo? No es ciencia infusa.

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