Desde la mañanera, el presidente López Obrador arremete de nueva cuenta contra la “derecha” representada por el candidato triunfador de Argentina, Javier Milei. Dice que “el pueblo argentino cometió un autogol” al elegirlo, para decirlo en términos futbolísticos. El sermón matinal siguió con la crítica a “los conservadores”, a Fox, Calderón y a quienes felicitaron al candidato de “La libertad avanza”.
Pero hay contradicciones entre los dogmas que el presidente predica y lo que vivimos en el país. En las noticias del mismo día leemos que un general será responsable de llevar a cabo la última ocurrencia: una farmacia universal, gigante y con todas las medicinas habidas y por haber. Algo que los expertos califican de un proyecto muerto antes de nacer.
Podríamos decir que este es el sexenio de los generales. A ellos se les encargan las aduanas, los puertos, los aeropuertos, la aviación civil y ahora la farmacia más grande del mundo. En cualquier país a eso se le llama medidas conservadoras de ultraderecha, poner al ejército a gobernar.
Suponemos que “la derecha” es conocida en el mundo por ser afín a la libertad de mercados, a la libertad de emprender y a la formación de capital. Pero también está identificada con gobiernos dictatoriales como los que hubo hace medio siglo en Latinoamérica. Augusto Pinochet en Chile y Jorge Videla en Argentina, son ejemplo. Sin embargo, dictadores igualmente asesinos como Raúl Castro de Cuba, Daniel Ortega de Nicaragua o Nicolás Maduro de Venezuela, son respetados porque son “de izquierda”.
Pero lo más contradictorio es que México no ha virado mucho a la izquierda. Si los apoyos a adultos mayores y las ayudas asistenciales a jóvenes son consideradas como el estandarte de la izquierda, flaco favor se hace a la izquierda.
La derecha y la izquierda son dos brazos que países desarrollados utilizan para prosperar en paz. La derecha para producir, la izquierda para dar piso parejo.
Tomemos el ejemplo de Dinamarca, ese que tanto le gusta poner a López Obrador. Uno de los países más igualitarios y desarrollados del mundo, cuenta con la mejor calidad de vida e índice de felicidad. Es un país conservador porque su forma de gobierno es una monarquía parlamentaria. Es un país de derecha por su alto grado de competitividad. Con apenas 5.8 millones de habitantes tiene la empresa más rica de Europa (Novo Nordisk), farmacéutica que vende buena parte de la insulina del mundo, compañía inmensamente productiva para sus accionistas capitalistas. Dinamarca es líder en diseño de aerogeneradores (esos que afean el paisaje según López Obrador) y está en el negocio de exportar energía producida en el Mar del Norte con generadores flotantes, lo último en tecnología.
Dinamarca es considerado un país “socialista” o de izquierda por la alta participación del Estado en su porcentaje de producción (salud, educación, servicios) administrado por el gobierno. Pero también es un país ultra capitalista y ferozmente competitivo. Pero lo que mejor lo define es su liberalidad y pluralidad política con auténtica separación de poderes. Un país secular como toda nación democrática.
México sigue siendo fundamentalmente “neoliberal”, tanto o más que en otros sexenios. La candidata de Morena dice que los jóvenes deben saber que ya no volveremos a la época “neoliberal”. La verdad es que nunca la hemos abandonado. Todo lo demás es rollo electoral. A las pruebas nos vamos a remitir.
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