Al Dr. Primo Quiroz lo conocemos por muchos ángulos, todos buenos. Médico cirujano generoso y sabio, maestro querido; priista leal y distinguido. Pero hoy Primo se viste de verde de punta a punta y logra un campeonato entero: escribe y publica en 4 tomos la historia del equipo León. Un relato escrito de puño y letra donde vacía su enciclopédico conocimiento del Club.

Desde su fundación hasta nuestros días, el doctor recorre la cancha de La Martinica de la mano de la Tota Carbajal, Marcos Aurelio, Oscar Nova y todos los primeros jugadores de las gloriosas campañas de cuando León era una ciudad de apenas 200 mil habitantes. Hace todo el trayecto hasta el Estadio León, donde pudimos ver a Pelé en su inauguración, donde vimos al Santos y al River Plate. Eso fue en los sesentas. 

Sus 4 libros son una larga charla ilustrada, un reencuentro con nuestras mejores memorias de triunfos y derrotas. El trabajo que requirió fue de años, de reunir y recordar, tomar una delicada pluma e inscribir los pies de foto con el amor de un educando que siempre valoró el buen estilo caligráfico. 

Nunca habríamos imaginado el arsenal de fotografías, anécdotas y personajes que conoció el Dr. Primo desde que era niño, cuando era estudiante y luego un reconocido galeno leonés. Son cuatro tomos que valen su peso en oro para el equipo. Es sabido que su “museo” de memorabilia del equipo es tan grande o más que el del propio Club. Porque el equipo ha tenido muchos dueños, entrenadores y millones de aficionados, pero un solo fanático amoroso que acumuló su historia con un devoción. 

Como si fuera poco, el Dr. Primo llegó a ser parte de la directiva y Presidente del Club, en tiempos tan difíciles, que a cualquiera le hubiera hecho renunciar y olvidarse de todo. Por el contrario, la pasión creció año con año, juego con juego. Tuvo que enfrentar la pérdida del equipo a manos de oportunistas que lucran con lo que él considera sagrado. Luchó contra abogados y burócratas judiciales que pervirtieron lo que fue un bien público. 

¿De dónde salió esa pasión tan temprana y de toda una vida? La única respuesta que encontramos está en su propio arraigo a la tierra que lo vio nacer, en la tradición de familias del Barrio, ahí donde nació y creció nuestra industria; donde se pegaban los pósteres de los jugadores al lado del taller de pespunte o las paredes de las tlapalerías. 

El Dr. Primo tuvo entusiastas promotores que lo animaron con palabras y apoyos, con la admiración que se puede tener por un hombre que sana cuerpos y almas. Pero él no solo puso tiempo sino también recursos, que al vender la primera tirada, seguro los invertirá en más y mejores ediciones. 

Para la afición sigue el Salón de la Fama, un lugar donde pueda albergarse su colección de fotografías, objetos y recuerdos, donde se pongan, uno por uno, todas las imágenes de todos los jugadores. Se podría hacer con hologramas en realidad aumentada, en un museo moderno en el que participemos profesionistas, empresarios, aficionados y la participación del erario estatal y municipal (que es recurso de todos). Podríamos también tener la narrativa personal del Dr. Quiroz, grabada para que las generaciones futuras comprendan la importancia que tiene el equipo para la ciudad. Los libros son sólo el principio de algo que los señores Martínez, dueños de la franquicia, pudieran hacer crecer con la afición. Porque pocas ciudades, pocos equipos y pocos estadios vibran como lo hacen cuando su equipo juega. 

 

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