Hay que sufrir para merecer”.

Viejo refrán popular

 

Argentina amanece hoy con un cambio radical, frente a una tormenta en el horizonte que puede transformar a toda Latinoamérica. El llamado “ultraderechista” Javier Milei, comienza su gobierno con la esperanza de rescatar al barco que se hunde después de dos décadas de peronismo, sólo interrumpido durante 4 años por Mauricio Macri.  

Los argentinos la van a pasar mal, muy mal, antes de recuperar la estabilidad macroeconómica. Habrá recorte al gasto público, eliminación de ministerios, desempleo y una estanflación (recesión con inflación) que probará la resistencia de un pueblo que vio en los últimos años la destrucción de su poder de compra. La inflación que llegará al 150% este 2023 puede ser aún mayor el año que viene porque liberarán muchos precios. 

Será otra vuelta de tuerca difícil de soportar para los sindicatos, los piqueteros y todos quienes reciben subsidios del gobierno. La gasolina, que costaba 6 pesos mexicanos por litro, duplicará o triplicará su precio para ajustarse al mercado internacional. El transporte público podría ser inaccesible para los más pobres y el dólar oficial será devaluado de 360 a mil pesos, tal vez más. 

Esa misma receta la tuvimos en México cuando entró el presidente Ernesto Zedillo entre 1995 y 1996. La crisis llamada del “tequilazo”, fue la primera del Siglo XXI según el ex secretario del Tesoro norteamericano, Robert Rubin. Fue duro, muy duro. La depresión económica trajo depresión sicológica. 

Por fortuna, Ernesto Zedillo era el hombre adecuado para enfrentar el problema creado por una deuda cara y a corto plazo heredada del sexenio de Carlos Salinas de Gortari. Un problema ampliado por una devaluación descontrolada el 20 de diciembre de 1994. La habilidad de los economistas Santiago Levy, José Ángel Gurría, Guillermo Ortiz y el propio Zedillo, logró que el rebote fuera casi inmediato. El remedio fue una disciplina fiscal férrea y mayor apertura comercial. El liberalismo económico ayudó mucho. El Fobaproa fue indispensable para mantener la solvencia de la banca y los depósitos de particulares y empresas. 

Milei tendrá que cargar con un problema cuatro veces más grande. El PIB de Argentina bajó un 40% entre 2017 y 2020. Luego recuperó lo perdido en 2021 y 2022. Este año fue catastrófico. La deuda pública aumentó hasta llegar al 80% de lo que producen y, si no reducen el riesgo país, no habrá forma de pagarla porque Argentina apenas produce lo que en 2014. 

Sabemos que empresarios mexicanos se aprestan al abordaje de los remates de bienes raíces  en Buenos Aires. Toda época de astringencia monetaria representa oportunidades para quienes cuentan con monedas fuertes. Sucedió en México en 1976, 1982 y 1995. 

Milei dice que solo con un shock, con un apretón fuerte, la venta de empresas del gobierno y la inversión extranjera podrá sortear la crisis. Está por verse. El gradualismo – o realizar los cambios poco a poco- puede ser una mejor solución porque el problema no es económico en el fondo, sino político. Es un cambio de modelo, un viraje de 180 grados hacia el neoliberalismo más puro, según las promesas de “La libertad avanza”, movimiento de Milei.

Si Milei quiere vencer al sector obrero, si quiere abrir la puerta a un desempleo masivo, lo más probable es que Argentina entre en descomposición social. Si, por el contrario, logra su meta, Argentina cambiará a Latinoamérica. 

 

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