En uno de los momentos más difíciles de la vida, cuando se pierde al padre, Libia Dennise García tiene que enfrentar otra adversidad: el futuro que le espera como gobernadora del estado más violento del país.

Las dos masacres en Salamanca y Salvatierra son tragedias que nunca debieron suceder. Igual que la del anexo (lugar para tratar adicciones) en Irapuato; igual que el crimen de los 5 estudiantes de Celaya; igual que otras 20 masacres del 2023. Ni en la peor pesadilla imaginamos hace 30 años que Guanajuato podría descender tanto en la pérdida de la  seguridad pública, al llegar a más de 3 mil homicidios dolosos por año o 50 homicidios por cada 100 mil habitantes. Mil por ciento más que su promedio histórico.

En la mente de todos está el cambio en la Secretaría de Seguridad y la Fiscalía General, donde sus titulares llevan más de una década sin poder conquistar la anhelada paz para el estado. Ni las grandes inversiones en un proyecto llamado “Escudo” ni los aumentos en los presupuestos detienen la violencia porque no hay una estrategia correcta.

También tenemos la inaudita y exasperante frase del presidente López Obrador, quien prometió “abrazos y no balazos” como estrategia y tiene al país postrado en la ingobernabilidad. Imposible evadir la responsabilidad de la federación o exculpar al gobierno local.

¿Cuántas vidas truncadas y cuántas masacres más necesitamos para que la voluntad de cambio sea auténtica y eficaz? ¿Es que en el PAN perdieron el sentido de la realidad como lo perdieron en Palacio Nacional? ¿Por qué no reconocen la experiencia de quienes logran sensibles mejoras en la paz pública como en Coahuila, donde se redujeron los homicidios dolosos en un 92 %?

Para el sexenio es el mayor de sus fracasos. Podemos tener inversión, mentefactura, podemos ser ejemplo en la salud pública, crecer la agricultura y hacer la lucha en la educación, pero todo palidece ante el dolor y el sufrimiento de decenas de miles de familias a causa de la violencia.

Muchos radicales como Ricardo Salinas Pliego, apelan a la llegada de un líder como Nayib Bukele, presidente de El Salvador, quien lleva 500 días sin homicidios a causa del crimen organizado. A pesar de las críticas internacionales sobre la violación de los derechos humanos por la suspensión de garantías, el gobernante tiene el 94% de aprobación de los electores. El miedo cambió de lado.

Libia dijo bien que ella no podía anunciar la estrategia que va a seguir porque lo prohíbe la ley electoral. Lo que sí puede hacer es obtener la ayuda del gobernador Diego Sinhue Rodríguez para acelerar los cambios necesarios. ¿Por qué esperar 10 meses para comenzar un cambio que urge, que si no se hace, puede convertirse en cientos o miles de muertes más? El gobernador prometió un “golpe de timón” al comenzar su sexenio. Por dos razones debe abrirse al cambio desde ahora: la primera es por simple racionalidad, la segunda es porque Morena puede capitalizar el descontento en la población y ganar la elección. No importa que falte entusiasmo para seguir a Alma Alcaraz; puede sobrar el resentimiento por la inseguridad pública y cambiar el giro de las campañas. Todo cuenta.

 

**Vota porque es lo más seguro para el país**

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