Desde hace una década el Papa Francisco mostró un profundo humanismo y respeto por quienes no son heterosexuales. En 2013 declaró que “si una persona gay busca al señor y tiene buena voluntad ¿quién soy yo para juzgarla?”. Ahora acepta la bendición para matrimonios de personas del mismo sexo.
La apertura de la Iglesia hacia los grupos históricamente oprimidos, excluidos y condenados, muestra un cambio radical con la doctrina que nos enseñaron apenas hace dos generaciones. A pesar de todo lo malo que sucede en el mundo, hay avances de humanización. La inclusión social y cultural en la vida occidental de los grupos LGTB+ rompe cadenas como lo hizo la abolición de la esclavitud o el reciente reconocimiento de la igualdad de género.
En un periodo relativamente breve de la historia, el movimiento feminista ha logrado muchos avances. Para quienes somos de la generación de los “baby boomers”, la doctrina religiosa y social mantenía prejuicios respecto a las tareas de hombres y mujeres. Para las nuevas generaciones la moral cambió.
Contra lo que piensan los verdaderos conservadores, la moral cambia a través del tiempo y las culturas. En Europa y Estados Unidos avanzó primero la idea de la “liberación de la mujer”. El cambio creado por los anticonceptivos en los sesentas, la legislación en Estados Unidos sobre el aborto dio independencia a la mujer para realizarse en la vida profesional.
Las parejas comenzaron a convivir antes del matrimonio, algo mal visto en Latinoamérica en los sesentas y setentas. A partir de la aparición del SIDA, en 1981, vino una sana rebelión de los grupos LGTB+. Surgió el “orgullo” y la afirmación de identidades liberadas del estigma ancestral.
La Iglesia también cambió o intenta cambiar su moral interna respecto a los crímenes de pederastia que salieron a la luz pública durante la última parte del Siglo XX y lo que va del Siglo XXI. La disminución de las vocaciones sacerdotales, la diáspora de una feligresía desencantada por el silencio cómplice del Vaticano y las jerarquías locales, hacen que el Papa Francisco vea con claridad el futuro indispensable de inclusión y justicia para su grey.
No la tiene fácil porque hay alas conservadoras que quisieron minar su evolucionada doctrina de compasión e inclusión desde el inicio de su papado. La Compañía de Jesús siempre fue vista con recelo por los tradicionalistas del Opus Dei, la Legión de Cristo y la curia del Vaticano, que vio disminuído su poder político y económico.
Si por Francisco fuera, la velocidad del cambio haría más incluyente y moderna a la Iglesia. Tengo la intuición de que él haría el celibato una opción y no una norma, por el simple hecho de todo el daño que ha causado en épocas recientes. Decía Pierre Teilhard de Chardin que la mejor forma de conocer su religión era desde la periferia, desde afuera, según recuerdo de su enorme obra “El medio divino”. El propio Teilhard, jesuita de avanzada, paleontólogo evolucionista, fue censurado en vida (falleció en 1955) por su visión humanizante de lo divino. Todo un tema.
Otro asunto que ha sido intocable y vuelve a la mesa de las discusiones es la apertura de la información de los bienes de la Iglesia. Justo la semana pasada condenaron a prisión al Cardenal Angelo Becciu por embolsarse algunos millones de euros del patrimonio del Vaticano. ¿Cuánto dinero y patrimonio tiene el Vaticano, de dónde proviene y cómo se distribuye? Es algo que sus contribuyentes merecen saber. Pero ese es otro gran tema.