“Es la economía, estúpido”
“Cambio o más de lo mismo”
“No te olvides de la salud”
James Carville, estratega de Bill Clinton en 1992.
El tema de las elecciones será la seguridad y el fracaso de la federación para restablecerla.
El segundo es el deterioro de la salud pública. A pesar de tener personas calificadas para cuidarla como Juan Ramón de la Fuente, la ineptitud fue la constante, desde Hugo López- Gatell y su estimación de que 60 mil muertos por el COVID sería una catástrofe (fueron 800 mil), hasta la destrucción del Seguro Popular que atendía a 18 millones de mexicanos sin red de protección. El tercer asunto y no menos importante, es la creciente corrupción detectada en los más altos círculos del poder.
El fin de sexenio no anuncia crisis macroeconómicas ni devaluaciones. Ese frente está cuidado y cubierto por varias razones: el mejor secretario del gabinete sin duda es el de Hacienda, Rogelio Ramírez de la O, un hombre serio y preparado que ha sabido sortear la crisis de Pemex, la de la deuda externa y el dispendio enorme del Tren Maya, el AIFA, la refinería de Dos Bocas y la nueva carga del gasto social.
El país necesita recuperar los territorios perdidos al crimen organizado, disminuir la violencia y la criminalidad. Aunque los datos de Palacio sean otros, las redes sociales nos permiten ver innumerables delitos, desde robos en carreteras y explosiones de huachicol, hasta venganzas de pobladores en contra de la extorsión.
Si algo demostró la reelección de Nayib Bukele en El Salvador, es el aprecio que tiene un pueblo por su seguridad y tranquilidad. Los salvadoreños sufrieron el peor embate de la delincuencia organizada con la “La Mara Salvatrucha” y “El Barrio 18”. Ese pequeño país del tamaño de Guanajuato, había llegado a 100 homicidios por cada cien mil habitantes, ahora está en 2 o 3.
El Salvador estaba gobernado por el crimen organizado. Extraía dinero de todos y en todas partes. A comercios, industrias, transporte y contrabando le cobraba cuota con mayor eficacia que el gobierno. La población estaba harta -como hoy lo estamos en México- de las noticias cotidianas de violencia y la extorsión, no salía de sus casas. Había perdido la libertad.
Los maras tenían el poder, tanto que llevaban tatuados, con orgullo, el nombre y el sello de su organización. Quienes los veían venir abrían paso. La cultura del crimen se adhería a los jóvenes que, como en México, admiraban a los capos y a sus lugartenientes. El Salvador estaba fundido.
Bukele ganó ayer con más del 85% de la votación. Sus críticos dicen que el logro fue a la mala con la suspensión de garantías, la supresión de libertades con la detención de personas sin haberlas investigado, sin respeto a los derechos humanos. El pueblo que votó por Bukele ve otra cosa: recuperaron la libertad y el miedo pasó a los delincuentes en poco menos de dos años. Las cárceles se llenaron con 70 mil, de los cuales un 10% fueron ciudadanos inocentes, reintegrados luego a la libertad.
Quien pinte con claridad un México de paz y seguridad, un país donde quienes tengan miedo sean los delincuentes y la ley sea la ley, gana la elección. Lo saben el Frente y Xóchitl; lo saben Morena y Claudia.
Por cierto, Nicolás Maduro dice que ganará las elecciones “por la buena o por la mala”. Chulada de dictador cercano a la 4T.
**Por la buena, ve a votar, porque si no vas, te gobernarán por la mala**