Laura Zapata aprieta las manos sobre unas cuartillas donde escribió algunas rimas duras en contra del presidente López Obrador y de la candidata Claudia Sheinbaum. En Atypical, el canal creado por Carlos Alazraki, Zapata inaugura un programa llamado “Morena, casos de la vida real”.
Sabía que Laura era hermana de la cantante Thalía. Alguna referencia del pasado en la nota policiaca dice que fue secuestrada hace 22 años. En Wikipedia está el registro de su carrera artística de novelas de televisión y algunas películas. A pesar de su popularidad no conocíamos su vena política ni histriónica.
Los programas de Atypical tienen un centro, un motivo fundamental: enfrentar al gobierno de la llamada 4T y a todo lo que huela al presidente y sus allegados. Alazraki probó los límites de la libertad y con su carácter explosivo encontró que podían no tener límites sus expresiones críticas, hasta llegar al punto de insultar con improperios y mentadas al propio mandatario.
En sus desayunos y comidas caseras desfilan intelectuales, artistas, políticos y hasta viejos periodistas como Pedro Ferriz de Con. A base de enjundia y un presupuesto modesto logra mantener su operación hasta llegar al punto más álgido de la vida política, las campañas del 2024.
Volvamos a Laura Zapata, quien actuó como villana en algunas telenovelas y hoy se convierte en una de carne y hueso para Morena y su candidata. La señora sabe actuar y escribir, sabe construir narrativas y lo hace con una simpatía contagiosa porque no tiene filtros. Habla sin pensar, con simpatía de comediante.
Pero cuando medita construye rimas demoledoras pero ofensivas; intensas como les gusta a los radicales. Deshoja la piel, el cuero cabelludo y la postura de quienes la meten en el costal de los “adversarios”.
Todo lo que hace Alazraki solo es posible por las barreras que derribaron compañías transnacionales como Alphabet, dueño de Google y Youtube; Meta, dueña de Instagram y Facebook. Qué decir de X y Tik Tok, la primera de Elon Musk y la segunda de una empresa china. Son las famosas y “benditas redes sociales” en las que la mayoría de los candidatos siembran esperanza de votos.
Todas están distantes del asedio de los gobernantes, de la censura política y la posibilidad de ser bloqueadas como sucede en Cuba, Venezuela, Rusia o Corea del Norte. Aquí llegaron para quedarse y no hacen caso a nadie, a menos que haya una queja fundada sobre el ataque a los derechos humanos.
Es parte de la frustración de López Obrador. Le resulta imposible parar el famoso #narcopresidenteamlo. Tampoco puede evitar los insultos, improperios y epítetos rimados de Laura Zapata o del “primo hermano”, el payaso Brozo. A Carlos Loret de Mola no puede sacarlo de Youtube ni tampoco de W Radio, a pesar de que es una concesión, porque los propietarios decidieron apoyar al periodista en todo.
Radio Fórmula tiene en sus presentadores a críticos de las políticas públicas y del propio presidente. Joaquín López Dóriga, Ciro Gómez Leyva, Pepe Cárdenas y ahora la extraordinaria Azucena Uresti, no paran de informar sin censura.
La libertad de expresión implica excesos en los dos bandos forjados desde las mañaneras. Igual tunden sin piedad los del otro lado a Xóchitl Gálvez y a la oposición. Por fortuna la penalización de “injurias” dejó de tener efecto hace algunos años pero los políticos como Pío López se cuelan por la vía civil, asunto que podemos explorar con otras perspectivas.
**Puedes insultar a quien quieras, pero no puedes dejar de votar**