La mirada es de incredulidad; su semblante, cubierto por cosméticos, no puede ocultar el enfado. “Silencio”, le ordena un juez como a cualquier otro ciudadano con acusaciones penales.

Los seguidores no fueron a manifestar su apoyo, tampoco sus ex colaboradores.Donald Trump casi estaba fuera de sí cuando escuchó las acusaciones del fiscal de Nueva York. Con todo su narcisismo trapeado en los medios de comunicación, tendrá que resistir un juicio de telenovela. Durará unas seis semanas.

Las acusaciones son sólidas: le pidió a su abogado que le diera 130 mil dólares de su bolsa a la artista porno Stormy Daniels para ocultar una relación del pasado. De esta acusación surgen otras por lavado de dinero, intento de influir en el resultado electoral y fraude contable en varias versiones. 32 en total.

Lo asombroso es que surgirán muchos detalles y los testigos de la Fiscalía podrán darse el gusto histórico de hablar ante un jurado popular en contra de quien fuera el hombre más poderoso del mundo. Es el triunfo de las instituciones, la gloria de la división de poderes donde un juez puede gritar a un acusado que se calle, sin importar su fortuna o que tenga la mitad de los electores de la nación a su favor.

El periódico The New York Times publica que, si fuera encontrado culpable y tuviera que cumplir tiempo encerrado, lo haría en compañía de los agentes del Servicio Secreto que cuidan a todos los expresidentes de Estados Unidos. Incluso podría ser electo presidente de nueva cuenta. Algo absurdo.

Para los tabloides será un festín, incluido el Post, un diario propiedad de Rupert Murdock, uno de los principales trumpistas de años anteriores. Los liberales como el Washington Post, el Times, The Guardian, tendrán días de fiesta con todo lo que se dirá.

Los republicanos están en problemas, porque no pueden defender lo indefendible frente a las evidencias, aunque saben que Trump es un escapista nato. A eso le apuestan.

El presidente Joe Biden, a pesar de su avanzada edad, tiene el colmillo para dejar que las cosas fluyan a su favor. El trumpismo en el partido republicano se convirtió en una secta, donde no solo quedaron atrapados los radicales “rednecks” sureños, sino hasta los más moderados de ese partido.

En México hemos visto gobernadores y funcionarios de alto nivel en el banquillo de los acusados. Aunque son pocos en relación a los delitos patrimoniales que hay todos los días, al menos algunos fueron a dar a la cárcel. ¿Llegará el día en que un expresidente sea llamado a cuentas?

Trump tuvo la impertinencia de decir en su anterior campaña que podía matar a alguien en medio de una calle con muchos transeúntes y no perder votos. Era una forma de decir que a él “no le vengan a decir que la ley es la ley”.

El jurado popular, constituído por 12 ciudadanos, tendrá en sus manos no sólo el destino de Trump, sino de la nación entera. Todos los ojos del mundo estarán sobre ellos y la justicia norteamericana. Ni el novelista John Grisham lo hubiera soñado. Si lo declaran inocente, tendrá abiertas las puertas de la Casa Blanca. De lo contrario, Estados Unidos dará una gran lección de democracia, donde las instituciones prevalecen sobre el capricho y las trapacerías de los gobernantes o de quienes aspiran a serlo. 

 

**Vota, es el camino a la libertad**

 

Por cierto, el primer país que elevó la libertad religiosa a nivel constitucional no fue México, como lo dijo AMLO, fue Estados Unidos con la Primera Enmienda en el año 1791.

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