La afinidad política tiene razones del corazón que la razón no comprende. Eso parece ser la norma en una elección, sobre todo después de un debate como el de ayer. Cuando muchos piensan que es un encuentro técnico entre dos o más candidatos, la verdad está envuelta en prejuicios; ceguera de amor y de odio, o en simple y llana ideología.

Cuando nuestro candidato promete cosas que no se pueden cumplir, son remotas o imposibles de realizar, cerramos los ojos. Cuando miente también. Si la razón no cuenta, ¿tienen sentido los debates?

No hay de otra, el contraste de ideas, proyectos y críticas son indispensables para que un público indeciso tome postura. Para fines electorales, los debatientes van por el mercado electoral que no decide qué hacer. Eso es lo que puede cambiar el rumbo de las encuestas y el resultado final.

Dentro de un mes sabremos cuántos indecisos pudo conquistar la oposición y cuántos el oficialismo. No necesitamos ir a Argentina para saber que las sorpresas son posibles. Javier Milei iba 15 puntos por debajo del peronista Sergio Massa y al final ganó. También sucedió hace 24 años en México con la elección de Vicente Fox. La sorpresa fue mayúscula por un triunfo que no se había dado en la vida de quienes lo presenciamos.

La diferencia, tal vez, sea que ahora se presenta una elección de Estado, donde todos los recursos de la federación tienen destino en contra de la oposición. Desde el presidente López Obrador con sus mañaneras, hasta los “servidores de la nación” que amenazan con la desaparición de las pensiones y las becas si gana Xóchitl Gálvez.

La repetición constante de que la elección está resuelta es para desalentar la participación de los indecisos. Si se conoce el resultado, para qué desperdiciar parte del domingo 2 de junio en ir a votar. Esa es la apuesta oficial. La esperanza de la oposición está en una votación sin precedentes. Con el 65% de participación, dicen los expertos, gana Xóchitl. 

Quiere decir que si la clase media sale a votar, la elección estaría decidida, pero a favor de la hidalguense.

Los pos debates solo tendrían exactitud si se encuestara a grupos de indecisos. ¿Quién le gustó y quién le disgustó? Una pregunta tan sencilla podría dar luz sobre la verdadera posición de cada candidata (Máynez no es tema).

Las encuestas dicen que los indecisos pueden ser entre 15 y  30 por ciento de los 100 millones de electores registrados. Una cantidad respetable por conquistar. La mayoría de los comentaristas de todos los medios, muestran afinidad por la oposición. A ellos se suma un inesperado contendiente: TV Azteca y su dueño Ricardo Salinas Pliego, quien se ha convertido en el más combativo crítico del presidente y de su equipo.

Si TV Azteca llega al corazón popular podría afectar a AMLO. La TV abierta perdió el liderazgo de la información desde que se alineó con el gobierno. Hoy hay un hijo descarriado que causa agruras y preocupación. Queda Televisa y otros medios menores del lado del oficialismo.

El debate terminó con la rudeza y la crispación que ha prevalecido en la política nacional en los últimos años. La intensidad y variedad de temas amerita pensarlo con otra perspectiva. 

 

**Vota sin ira, vota con el corazón y la razón, vota en paz**

 

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