Cualidad de mezquino

Sinónimos:

Ruindad, cicatería, roñosería, tacañería, egoísmo, avaricia, roñería.

Antónimos:

Generosidad, liberalidad, esplendidez.

RAE

Comenzaba el sexenio y un político encumbrado de Acción Nacional nos invita a comer para dilucidar el presente y el futuro político del país. En la conversación surgió la personalidad del presidente López Obrador, quien gozaba de la mayor popularidad. Nuestro anfitrión reflexionó un momento cuando le pregunté qué pensaba de él. “Es un hombre mezquino”, dijo sin dudarlo. 

Desde entonces esa idea permanece en la memoria como un sello inquietante. Una nueva prueba de que el panista tenía razón llegó la semana pasada cuando el presidente se armó de datos personales de Amparo Casar y los hizo públicos en contra de la ley. Usó lo que no le pertenecía para denigrar a quien dirige la organización Mexicanos Contra la Corrupción y la Impunidad MCCI.

Toda la comunidad periodística e intelectual reclamó el abuso y la asimetría de poderes. El tamaño del mandatario disminuyó en los últimos meses, al final del sexenio. Mancha la “investidura presidencial” en varios eventos al cerrar las puertas de Palacio a múltiples grupos sociales; la minó al atender sólo a los grupos afines, a los periodistas fáciles encargados de ser el eco de esa mezquindad.

Porque un presidente no puede serlo si no atiende a la totalidad de los ciudadanos, no sólo a quienes piensan como él. Hasta hoy López Obrador ha sido jefe de una facción. Tal vez no sepa lo bien que hubiera terminado su sexenio en diálogo con todos, si hubiera aceptado la visita de las madres de hijos y maridos desaparecidos; si hubiera platicado con las diferentes representaciones legislativas, si hubiera abierto de verdad su corazón a los padres de niños con cáncer.

Fue una sorpresa que al tiempo el panista, a quien creía ser de una pieza, se entregara al obradorato. Quien cambia de opinión sobre ideas y creencias, sobre doctrinas y dogmas, puede tener un camino de corrección. Sin embargo, quien cambia de principios o elimina de su vista los valores por los que luchó durante décadas, cae en la mezquindad.

Lopez Obrador y todos quienes apoyaron su política de “apartheid” verán que la historia los juzgará mal. Incluso la candidata Claudia Sheinbaum hace mal en seguir el guión de “ni los veo ni los oigo” tan criticado por decirlo a Carlos Salinas. ¿Qué le hubiera costado estar a la altura de la dignidad política en el primer debate y haber saludado con cortesía a Xóchitl Gálvez? La discusión sobre el futuro del país hubiera sido de altura y no una feria de epítetos e insultos. Lo cortés no quita lo valiente, dice la frase que nos enseñaron nuestros padres. 

Ahora observamos en el presidente y en sus seguidores un odio que no habíamos visto, sobre todo encausado a personas, a ciudadanos que no comparten su forma de ver el mundo y la vida. Amparo Casar, López Dóriga, Claudio X. González, entre otros, han sido víctimas de sus desahogos. Ningún estadista de altura, ningún mandatario respetable, emprende batallas de desprestigio contra personas físicas. Primero porque empequeñece a quien lo hace y luego porque es un invariable símbolo de mezquindad.

Hace tiempo que no tenemos un verdadero estadista. Diría que desde Ernesto Zedillo, nadie se comportó a la altura que reclamaba el país. Son tiempos de marea baja, de vaguada, de borrascas. 

**Vota sin mezquindad**

 

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