El lunes la ciudad recordó con la visita de Xóchitl Gálvez la historia de grandes días hace 24 años, cuando el PAN encabezado por Vicente Fox logró la alternancia en el poder. La gente salió a las calles y llenó la plaza con una alegría inusual. Todos recibieron a la candidata con euforia, con el deseo de tomarse una selfie y compartir el momento con la candidata.

La plaza estaba repleta de olores, colores y gritos de apoyo; la muchedumbre no cabía de gusto y de esperanza. Como si fuera una rockstar, Xóchitl mostró cercanía y se dejó fotografiar hasta el límite de su tiempo. La conexión fue inmediata y sincera. Los rostros exultantes en las gráficas y los videos lo muestran todo. Las fotografías aéreas a la puesta del sol mostraban la luz de la gente.

Antes de la marcha y la concentración, Xóchitl había llenado el Poliforum con empresarios, colegas de la ciudad que ofrecían su apoyo sin miedo, sin escatimar esfuerzo. Ahí los mensajes se repitieron en favor del emprendimiento, del reconocimiento al esfuerzo personal y al empresariado como motor e impulsor de la economía nacional.

León podría ser la primera ciudad de mayor porcentaje de apoyo a Xóchitl. Recordamos que en 2018 el único estado donde no ganó Morena la presidencial fue en Guanajuato. El arraigo va más allá del pretendido conservadurismo o la derecha católica. Muchos se equivocan pensando que esa es la fuerza de la población cuando la vocación democrática proviene del rechazo al autoritarismo centralista.

La gente sabe del agravio desde Palacio por la cancelación del agua del Zapotillo; los ciudadanos más radicales en contra de la llamada 4T están en Guanajuato. Porque, en contra de los ataques bajos del corifeo obradorista, la opositora no es “botarga” ni “esperpento”, sino una mujer admirable y de alma clara. Ella es la ilusión de la clase media y de los emprendedores del país.

Su historia, por más que se repita mil veces, no deja de ser deslumbrante, como lo fue la del Benemérito Benito Juárez, forjador de la República o la de Francisco I. Madero, el precursor del Sufragio Efectivo y no Reelección. ¿Cuántas son las probabilidades de que una mujer nacida en un pueblo perdido en Hidalgo llegue hasta donde llega Xóchitl? ¿Cuántas las posibilidades de iniciar la vida sin calzado y vendiendo gelatinas para llegar a encantar a un país ávido de historias reales, ciertas de éxito?

Quienes la conocemos, sabemos que la primera reacción al verla es de una simpática sonrisa. No sabemos por qué ni cómo. El resultado es el mismo cuando la vemos bailar en un templete, igual que cuando suelta sus risotadas abiertas, sin miedo a mostrar su desigual dentadura. Al principio nos disgustaba un tanto su lenguaje florido y poco político. Al tiempo se convierte en parte mínima de su personalidad.

Ahora camina enjundiosa y crítica, nada dejada de los ataques palaciegos, nada dócil ante las calumnias de que es una mujer corrupta. Parte del carisma de Xóchitl proviene de que, en muchos sentidos, nos reflejamos en lo que piensa y dice. Qué decir de su generosidad y solidaridad con quienes menos tienen. Una historia de vida que sería coronada si la mayoría del electorado le diera la responsabilidad de conducir el país. 

 

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