“Señores, si piensan que la vara es muy alta, si piensan que es imposible hacerlo, si no pueden, renuncien”.
Alejandro Martí

2008

“Si puedes creer, al que cree todo le es posible”. Marcos 9:23

Si no lloramos por lo que vemos, hemos perdido la humanidad.

El ritmo es constante, los homicidios pueden variar por día o por semana pero al final del mes el promedio es de 10 diarios. Somos un estado de 10. No de calificación sino de homicidios cada 24 horas. El terror se instaló en Guanajuato, la barbarie y degradación humana no disminuyen. ¿Qué hacer?

Pregunté a un candidato electo. ¿Qué podemos hacer?  Su respuesta fue simple: hay que usar todo lo que esté a nuestro alcance para detener la violencia e inseguridad el primer año del nuevo gobierno. “Los puentes, las obras, todo puede esperar menos la seguridad pública”.

Dice que hay tecnología para investigar, cámaras para instalar en las zonas más delicadas y expertos que pueden orientar para enfrentar el problema. Cierto, en países asiáticos y ciudades seguras no hay metro cuadrado que no esté vigilado. Incluso la CDMX cuenta con una red de 63 mil cámaras.

Hay tecnología para detectar armas en vehículos aunque estén escondidas, hay inteligencia artificial para seguir a sospechosos a pie, en autos y motos. Lo más importante: Guanajuato tiene dinero para invertir, por lo menos podría disponer de 10 mil millones para disminuir al 90% el problema. Es cierto que también se necesitan policías preparados y de confianza, también los tenemos. 

Debemos pensar en Guanajuato como nuestra casa. Olvidarnos de que la Federación vendrá a resolver las cosas. Por el contrario, hemos visto que la Guardia Nacional no tiene el arraigo necesario para responder como policía de sector o de barrio. La masacre del domingo en la colonia Industrial es muestra de la falla de la Guardia Nacional y también de las policías locales.

Hay una corresponsabilidad de todos los niveles de gobierno y también de los ciudadanos. El PAN aprende la lección. Su poder e influencia en Guanajuato disminuye por la violencia y la pérdida de seguridad y garantías en las comunidades. El ejemplo más claro es Celaya, ciudad que pedía a gritos ayuda y fue dejada a su suerte, los celayenses cobraron la cuenta en las urnas.
Otro ejemplo es el triunfo a la senaduría de Ricardo Sheffield sobre Miguel Márquez, el exgobernador. Jamás imaginaron en el PAN que el carismático político fuera derrotado por Morena. La única razón es la pérdida de rumbo en la seguridad pública que comenzó en su sexenio y creció en el presente, justo con los mismos líderes en la Fiscalía y en la Secretaría de Seguridad. Antes no les fue peor.

Libia García conoce el reto que tiene. Seguro escuchó durante su campaña todos los horrores y miserias del acoso del crimen organizado a las comunidades. Sabe que no puede escatimar tiempo, dinero y esfuerzo en atender el problema. Sabe la urgencia de actuar. Estuvo en la Secretaría de Gobierno y no pudo hacer mucho porque no tenía el poder real delegado.

Ahora no tendrá limitaciones ni tampoco pretextos. Su sabiduría estará en escuchar a los expertos y conocer el perfil y el carácter de los relevos. Deberá establecer metas concretas para los primeros meses de gobierno y el 2025. No podrá enamorarse del cargo y dejar el encargo de lado como suele suceder. Sería criminal.

Nunca en nuestra generación había tanta claridad sobre lo que es prioritario. Si el Estado no puede proveer seguridad y justicia, si los gobernantes no pueden, deben renunciar, decía Alejandro Martí desde tiempos de Felipe Calderón. 

 

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