La colección del Fondo para las Letras Guanajuatenses de ediciones La Rana, es la mejor vitrina para conocer voces emergentes del estado. Los autores seleccionados para edición han depurado sus trabajos en los seminarios anuales programados por la editorial a cargo de tutores con trayectoria en cada uno de los ámbitos seleccionados. En este espacio he comentado, por ejemplo, trabajos de poesía como Crónicas del fracaso de la cacería de Ulises Torres (Guía 451, Tachas 472); Galería carbono de Ricardo Gómez Estudillo (Guía 449, Tachas 470); Ivanna Kill de Iván Mata (Guía 448, Tachas 469); o Cálculos renales de Amaury Salvador (Guía 450, Tachas 471). En la modalidad de cuento: Un marco para Gauguin de Fernanda Ontiveros (Guía 546, Tachas 572); Cartografía de las vírgenes de Daniel Aguilar Torres (Guía 461, Tachas 484). Y en novela: El libro tibetano de Jeremías Ramírez (Guía 468, Tachas 491). Parece una enumeración extensa pero es tan sólo una pequeña muestra de los últimos ciclos.

Aquí los muertos no cantan, editado este año bajo el sello, reúne en menos de 60 páginas cuentos breves que conforman la historia de un pueblo de pescadores en la península de Baja California, en el Pacífico mexicano. En este ejemplar se confirma aquello de que si lo breve es bueno, es doblemente bueno. Navarrete evoca esos pueblos marginales de la literatura como el Santa María de Onetti o el Comala rulfiano, para hablar de la muerte en vida, de los cataclismos naturales, de la resistencia ante las adversidades. El poblado, rodeado de minas de sal, otrora perla del Pacífico pervive a pesar de que “el partido se lo había llevado todo: primero el dinero y al último la esperanza”. 

Estampas donde aún en la más contemporánea cotidianeidad se encuentran destellos de magia; una cartomante francesa le extrae un muerto a una mujer; o la muerte misma, a pesar de su aspecto amenazante, puede sufrir la violencia extrema del más arcano machismo. “El incauto que cruzara la ciudad de día se encontraba con un silencio de sordo, una concha cerrada mirando hacia dentro y el desafortunado que la atravesara de noche andaría la vereda que lleva la muerte”.

En ese espacio difícil sobreviven las abejas y sus maravillosas construcciones, los padres ansían a los hijos por nacer y la gente se viste con su pueblo a pesar de verlo destazado por los huracanes. Navarrete teje un relato único con un castellano fresco que abreva de formas rurales o clásicas, y que confirma no sólo la vitalidad y versatilidad de nuestra lengua, sino también la singularidad e importancia de la colección Fondo para la Letras.

Comentarios a mi correo electrónico: panquevadas@gmail.com

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