Este año la deserción escolar en Venezuela llegará al 50% porque el gobierno no tiene dinero para pagar la nómina de los maestros. Se calcula que 200 mil maestros han desertado o emigrado de su profesión porque el salario diario apenas es de 43 centavos de dólar.
Ante la crisis, el gobierno decidió crear horarios “mosaicos”, lo que quiere decir que hay días con clases y hay días sin ellas. Los maestros tienen que trabajar en otros giros para sostenerse. A la BBC de Londres, un maestro le explica que su quincena apenas sirve para un cartón de huevos. Las escuelas no sólo tienen la mitad de la matrícula anterior, sino que sólo dan clases 10 días en promedio al mes.
El socialismo chavista dio al traste con la economía venezolana, pero también con la educación, es decir, el futuro de las nuevas generaciones. Las consecuencias de la desescolarización son terribles. “Embarazos tempranos, matrimonios infantiles, uniones tempranas, mayor delincuencia y pobreza”, según comenta el columnista Ramón Cardoso en una publicación de la DW (Deutsche Welle).
Primero fue la hiperinflación de hace algunos años lo que comenzó a corroer la economía del país. El dinero se hizo agua y tuvieron que recurrir al dólar como moneda legítima para estabilizar el comercio. Luego las promesas incumplidas y los sueños “bolivarianos” del dictador Nicolás Maduro se convirtieron en palabras vacías. La crisis educativa puede ser una de las muchas razones por las que la oposición ganó con el 67% de la votación.
Ahora no son los burgueses o los conservadores, o las clases medias que quedan en Venezuela quienes echan por las urnas a la dictadura. Una mayoría de dos tercios de los votantes tiene que incluir a los desposeídos como maestros y soldados, funcionarios de gobierno y amas de casa.
Lo peor de la administración de Hugo Chávez y Nicolás Maduro es que no supieron siquiera administrar la gran riqueza petrolera que tienen. Echaron a las empresas extranjeras que les redituaron producción e ingresos; destruyeron a PDVSA, la empresa paraestatal que fue saqueada impunemente por sus directivos que hoy viven en el extranjero como maharajás.
Lo que sostiene a Maduro son los militares que pronto se cansarán de ser los verdugos de los manifestantes que marchan en paz por la democracia y en defensa de su voto. Seguro que a estas alturas pueden estar negociando una salida forzada para el dictador. La presión de Brasil y Chile se acrecienta con las declaraciones de ayer de los presidentes Ignacio Lula de Brasil y Gabriel Boric de Chile. Quieren cuentas claras.
Con los resultados electorales publicados por la oposición a nadie le queda duda que Maduro está políticamente derrotado. El dictador ahora pretende culpar a hackers internacionales, a Elon Musk de haber intervenido en los sistemas de cómputo. Una vacilada que nadie puede creer.
Si Maduro cae después de una insurrección, los militares pueden ser llevados a juicio por crímenes contra su pueblo. Si comprenden que el país puede llegar al caos y a la represión sin límites, pueden sufrir cárcel, como sucedió con los militares de derecha de Argentina y Chile.
Lo más importante es la fuerza y organización demostrada por María Corina Machado, la prudencia del diplomático triunfador, Edmundo González y la voluntad popular de no permitir la continuación del sometimiento.
La caída de Maduro es esencial para Venezuela, pero también importa mucho para México y toda Latinoamérica. Esperamos que suceda sin un baño de sangre.