La primera medida del próximo gobierno la da Libia García con una frase que marca el futuro: “Yo seré la jefa de mi gabinete”. Significa que no va a delegar todo el poder en una persona como lo hizo Diego Sinhue Rodríguez. También podemos leer que la gobernadora electa sí tiene ganas  -perdón la redundancia- de gobernar. 

Muchos de los políticos que llegan al poder nunca tuvieron la experiencia suficiente para organizar algo tan complejo como la administración pública. Incluso empresarios capaces como Carlos Medina, aprendieron en el camino. No es lo mismo dirigir una empresa que comprender cómo funcionan las cosas en la política, aunque ayuda mucho la experiencia en los negocios. 

Hay áreas comunes en toda administración y una de ellas es el “tramo de control”. Para un gobernador es imposible tratar todo el tiempo con todos los funcionarios de primer nivel, los alcaldes del estado y funcionarios de la federación. A eso hay que sumar las organizaciones civiles de cada municipio. Un líder fuerte tiene que delegar, la microadministración (micromanagement) es imposible e inútil. En las empresas el cálculo es que un director o un gerente debe tener entre 5 y 9 colaboradores directos. 

Todo depende del tamaño de la organización. Un ejemplo de la microadministración en la gubernatura fue el Dr. Jesús Rodríguez Gaona, en la década de los 50, quien entregaba la nómina de la construcción de escuelas personalmente. Tenía miedo que la robaran.

Vino un torbellino llamado Juan José Torres Landa. Él sabía gobernar y delegar, sólo así pudo construir tanto. No tenía jefe de oficina, ni personero o primer violín que dirigiera la orquesta. Cada funcionario atendía su puesto. Tal vez unos 10 funcionarios reportaban directamente con él. 

Un gobernador que abdicó de su mandato fue Enrique Velasco Ibarra en los 80. Como no conocía el estado ni tenía la menor idea de la administración, abdicó en favor del supersecretario Raúl Robles Álvarez. Todas las decisiones importantes las tomaba Robles: inversión, presupuesto, gabinete y la administración de los recursos. Resultó un desastre porque en la federación, Manuel Bartlett los quiso echar, paradojas de la vida, porque encontró desorden en la cuentas. 

Cada gobernador tiene su “estilo personal” de trabajar. Carlos Medina puso los fundamentos del sistema electoral y gobernó con probidad. Tuvo incrustados en su gabinete a priistas que le hacían la vida imposible como Salvador Rocha Díaz y priistas leales que lo ayudaron a entender la cosa pública como Roberto Suárez Nieto.  

Para Vicente Fox la gubernatura fue la extraordinaria oportunidad de llegar a la presidencia. Delegó en dos o tres personas toda la operación del gobierno mientras él viajaba por el país y el mundo anunciando la “buena nueva” de su candidatura a la presidencia. Cumplió su objetivo. 

Juan Carlos Romero tenía (tiene) hábitos de micromanager. Recuerdo sus ordenados apuntes con pequeñas letras en tarjetitas o cuadernos. Un contraste con Juan José Torres Landa, quien jamás apuntaba nada ni tenía un sólo papel en su escritorio. Delegaba toda la organización de citas, agenda y temas a su secretario particular, Marcos Aguayo Durán. 

Un gobernante, un director de empresa o cualquier líder de una organización es tan bueno como su equipo. En reciente visita a San Pedro Garza García, una y otra vez Miguel Treviño aseguraba que sus logros habían sido posibles gracias a la formación de un “gran equipo”.  

Diego concentró el poder en su “jefe de oficina” quien resolvía todo. Delegó en forma vertical las decisiones sin que hubiese reuniones consistentes con el gabinete, evaluaciones de desempeño públicas y formales. 

(Continuará)

 

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