El término “gaslighting” no tiene una traducción al español que exprese plenamente su significado. Se refiere a una forma de manipulación psicológica en la que una persona, a menudo en una posición de poder o influencia, distorsiona o tuerce la realidad para que otro individuo dude de sus propios pensamientos.

Esta táctica es común en relaciones abusivas y se utiliza para controlar o desestabilizar emocionalmente a quien la padece. El término proviene de una obra de teatro, posteriormente transformada en película, cuya trama gira en torno a un esposo que manipula a su pareja haciéndole creer que está perdiendo la cordura al cambiar detalles sutiles en su entorno, como fotografías que desaparecen, pasos que se oyen de noche o el apagado espontáneo de lámparas de gas (de ahí el origen del término). Luego, él niega estos cambios, socavando gradualmente la confianza de su víctima en sí misma y en su propia mente, llevándola a una dependencia casi total del manipulador para obtener una sensación de realidad.

El comportamiento gaslighting puede causar un daño emocional muy profundo, provocando en las personas ansiedad, depresión y pérdida de la autoconfianza. Es importante señalar que el gaslighting no solo ocurre en las relaciones personales, sino también en entornos laborales, familiares e incluso, en mayor magnitud, en contextos políticos o de gobierno, donde la manipulación de la verdad se utiliza para mantener el poder o el control sobre las poblaciones.

“La economía de la nación es fuerte y estable”, pero usted, lector, tiene cada vez más dificultades para satisfacer sus necesidades básicas. “No existe evidencia sobre los delitos que se le imputan a tal servidor público”, aunque la culpabilidad sea palpable. “La violencia va en decremento”, y todos los días hay decenas de muertos. Citando ejemplos de gaslighting relacionados con la salud, podríamos mencionar la negación de la gravedad de una pandemia al afirmar que “se trata solo de una gripe común y no es más peligrosa que otras infecciones estacionales”, lo que generó confusión y desconfianza en la población, o bien “el abastecimiento de medicamentos es adecuado y suficiente”, mientras que multitud de personas no pueden acceder a sus tratamientos a tiempo.

Estos son ejemplos de la negación de hechos comprobados, donde el gobierno, políticos o quienes ostentan el poder, rechazan la existencia de eventos ampliamente documentados, como violaciones a derechos humanos, crisis económicas o desafíos sanitarios de gran envergadura, a pesar de la evidencia abrumadora. Al hacerlo, siembran en la mente del público dudas sobre lo que es real, erosionando la confianza en los medios de comunicación, personajes o líderes de opinión y en las instituciones que informan sobre estos temas.

De la misma manera, en muchos regímenes actuales los gobiernos reescriben la historia para favorecer una narrativa que les beneficie. Por ejemplo, niegan crímenes cometidos por el estado en el pasado, presentando una versión reciente más favorable de los eventos ocurridos. Esta forma de gaslighting manipula la memoria colectiva, logrando así justificar el poder actual y silenciar a la oposición.

El gaslighting puede ser una herramienta poderosa en manos de quienes buscan controlar la percepción pública y consolidar su poder en la esfera política. Considero, estimado lector, que a nivel mundial estamos padeciendo esta forma de manipulación de manera sistemática. Para enfrentarla, es fundamental contar con mecanismos de defensa y para ello es necesario educarse y estar informado, conociendo los hechos y estando al tanto de temas de interés, consultando fuentes confiables y variadas y verificando la información antes de aceptarla como verdadera. Asimismo, es útil llevar un registro de hechos y acontecimientos importantes para fortalecer nuestra memoria. Por último, debemos confiar en nuestra intuición, fortalecer nuestra autoconfianza y aprender a decir “no” a esta manipulación. Tomar distancia del gaslighting no es sencillo, pero debemos intentarlo. Es tiempo.

 

RAA

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