Kamala: “Yes, she can”

La oratoria de Michelle Obama resonó en todo Estados Unidos y en parte del mundo el martes pasado. En un discurso memorable la esposa del ex presidente encendió y “electrizó” a un público entusiasmado por la resurrección del Partido Demócrata. Fue una muestra de talento político, humanidad y elocuencia, sobre todo cuando dijo que “Donald Trump buscaba un ´trabajo de negros´, en referencia a la presidencia de su país. 

Trump había dudado de la “negritud” de su oponente, Kamala Harris, porque es descendiente de madre indio tamil y padre jamaiquino, porque aducía que la propia Kamala no se consideraba “negra”. La intención del agente naranja era sacarla del carril que llevó a Barack Obama a la presidencia de Estados Unidos, la gran mayoría del voto afroamericano. 

Pero Michelle no paró ahí. Habló de decencia, esperanza y de los valores norteamericanos sobre la conciencia de lo que está bien y está mal. Los observadores del New York Times notaron que su vestido oscuro y cuadrado enviaba el mensaje de que está en la batalla. Una que es por el alma y el espíritu democrático de su país. 

Recordamos que hace 16 años, cuando Obama se convirtió en el primer presidente de origen afroamericano, el lema que lo llevó al triunfo fue “Yes we can”. Sí, nosotros podemos. Michelle lo convirtió en un grito que todo mundo ahora corea: “Yes she can”. Si, ella puede. 

Su petición a la audiencia fue la unidad y el compromiso cívico. Ver más allá de uno mismo en favor de todos. 

Es raro ver que una pareja de políticos compita, sin quererlo, en elocuencia y capacidad de liderazgo. Muchos de los que hemos visto los discursos nos preguntamos quién tendrá más tablas, quién será más líder, Michelle o Barack. A reserva de comentar el extraordinario discurso de Barack, podemos decir que empatan. Michelle en momentos hizo temblar y rugir al auditorio,  Barack hizo llorar de emoción a miles de mujeres sensibles a su profunda humanidad. 

Barack insistió en que, para ganar, los demócratas tenían “que hacer algo”. No estar ahí, esperando que las cosas se dieran sólo por la alegría y el encanto que despierta Kamala desde el principio de su arranque. Es necesario hablar con el vecino, con la familia y con los amigos sobre la importancia de la unidad nacional. La democracia peligra en el país más poderoso del mundo. 
Es un placer escuchar a políticos de esa altura, no sólo con discursos bien escritos, claros y, sobre todo, humanos. Con idealismo que no es inocente, con pasión y patriotismo que dan verdaderas lecciones de civismo. En cambio, Andrés Manuel López Obrador y Trump tienen un común denominador: segregan, dividen y odian a la mitad de los ciudadanos de su país que no forman parte de sus seguidores. Uno se va y esperemos que el otro no llegue. 

El “pantano de corrupción en Washington” fue la figura retórica de Trump, “la mafia en el poder” fue la línea de López Obrador. A Obama, cuando presidente, jamás lo escuchamos referirse con insultos o agraviar a sus adversarios. Joe Biden es un hombre decente, se le ve desde muy lejos. Kamala es una mujer de lucha y Michelle es sorprendentemente brillante. Sin duda ganaría las elecciones de calle si fuera la candidata. 

Para nosotros sería afortunado el triunfo demócrata. Sobre nuestras cabezas apareció de nuevo la sombría figura de Trump, quien nos llama criminales, villanos y quiere tapiar la puerta de la buena vecindad.  

 

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