Por Miguel Jiménez y María Antonieta Sánchez-Vallejo, de El País, en Exclusiva para AM Guanajuato
WASHINGTON.- George Santos ha entrado en la historia parlamentaria de Estados Unidos por la puerta de los escándalos. El congresista republicano que mintió sin parar durante la campaña electoral, inventándose un currículum y una vida paralela, ha sido expulsado por la Cámara de Representantes en una votación en la que se requería una mayoría de dos tercios.
Una amplia mayoría de republicanos y demócratas coincidieron en que la situación de Santos, imputado por 23 delitos graves, incluidos diversos tipos de fraude y falsedades y hasta el robo de identidad, era insostenible.
Con 311 votos a favor de su salida, 114 en contra y dos abstenciones, Santos se convirtió en el sexto miembro de la Cámara baja expulsado por sus compañeros. La Constitución otorga expresamente a cada cámara del Congreso el poder de “castigar a sus miembros por conducta desordenada y, con la concurrencia de dos tercios, expulsar a un miembro”, algo que hasta ahora se había puesto en práctica con 15 senadores y cinco representantes, la mayoría de ellos por apoyo a la secesión y a la Confederación en la guerra civil. En el caso de la Cámara, desde ese conflicto bélico ha habido dos expulsiones por casos sonados de corrupción, pero después de dictada sentencia.
Santos hizo el jueves un llamamiento a los congresistas a quienes preocupa que se esté sentando un nuevo precedente. “Esto les perseguirá en el futuro, donde las meras alegaciones son suficientes para que los miembros sean destituidos de sus cargos cuando han sido debidamente elegidos por su pueblo en sus respectivos Estados y distritos”, dijo en una rueda de prensa. Luego, en la Cámara, durante el debate sobre la propuesta, parecía resignado: “Si mañana, cuando esta votación llegue al hemiciclo, está en la conciencia de todos mis colegas que creen que esto es lo correcto, entonces que se vote. Estoy en paz. He aceptado que tanto si me expulsan como si no, no puedo controlar ese destino”, dijo.
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Santos había anunciado que no se presentaría en noviembre del año próximo a la reelección, pero se había negado a dimitir y aún le quedaba algo más de un año de teórico mandato. Él mismo veía venir su final. “Sé que me van a expulsar cuando esta resolución de expulsión llegue al pleno”, dijo el viernes de la semana pasada durante una conversación en X Spaces. “He hecho las cuentas una y otra vez, y la situación no pinta muy bien”, añadió. De los 210 demócratas, 206 han votado por su expulsión, 2 en contra y 2 se han abstenido. En su propio partido, el republicano, 105 han votado echarlo de la Cámara mientras que 112 han preferido no expulsarlo.
El presidente de la Cámara de Representantes, el republicano Mike Johnson, dijo tener “verdaderas reservas” sobre la expulsión de Santos por el precedente que sentaría. Se declaró partidario de que los parlamentarios de su partido votasen “en conciencia”. El líder demócrata, Hakeem Jeffries, celebró una rueda de prensa con una enorme foto a su lado de Santos y la representante republicana Marjorie Taylor Greene, fiel escudera de Donald Trump, sentados juntos y riendo en la Cámara de Representantes. “George Santos es una distracción maligna, y esperemos que ese asunto se resuelva”, dijo Jeffries el jueves.
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Silverstein sacó a la luz el fraude, antes de ser recogido a finales de diciembre pasado por The New York Times y de que, inmediatamente, las falsedades se convirtieran en una bola de fuego política. Santos, que es abiertamente gay, enfureció también a la comunidad LGTBIQ por ocultar que había mantenido un matrimonio de conveniencia con una mujer hasta 2019.
Bajo la montaña de acusaciones empezaron a aparecer también sus marrullerías, como sustraer el dinero recaudado en una campaña en redes sociales para el perro moribundo de un veterano de la guerra de Irak; o haber sustraído un perro en una lechería amish. Nada glamoroso para una vida supuestamente brillante, gracias a inventarse licenciaturas de la Universidad de Nueva York y el Baruch College, así como experiencia profesional, igualmente falsa, en las importantes firmas de Wall Street Goldman Sachs y Citigroup. Dos fabulaciones que concuerdan con la imagen de un tipo víctima de “delirios de grandeza”, según la descripción que hizo de él un compañero de habitación.
A Santos le duró poco la satisfacción de haber sido elegido congresista pese a su nula experiencia política. En enero de este año juró en el Capitolio como representante por el próspero distrito de Long Island. Aunque, cercado por las revelaciones, admitió haber engordado algunas partes de su currículo, insistió en no renunciar al acta de diputado y solo se hizo a un lado de los dos comités de la Cámara que le correspondió integrar mientras durase la investigación. Apestado en su propio partido, ha lucido ufano en su solapa la insignia que identifica a los congresistas y no ha faltado a solemnes visitas de mandatarios extranjeros a la Cámara.
La imputación inicial por un tribunal de Nueva York, en mayo, de una docena de cargos (fraude electrónico, blanqueo de dinero, sustracción de fondos públicos y declaraciones falsas a la Cámara) limitó sus movimientos a Nueva York y Washington, con obligación de pedir permiso para trasladarse, como ordenó la jueza del caso. En octubre fue imputado por más delitos, hasta un total de 23.
RSV