Entre las diferentes situaciones que hemos pasado a raíz de la pandemia han sido el cierre de escuelas, el de algunos negocios y, por supuesto, la pérdida de nuestros seres queridos. Ahora platicando con otras personas me entero que también fue la pandemia de los divorcios, de las separaciones entre familias.

Todo esto se podría atribuir a que antes de que hubiera cierres en general por todo el mundo, todos teníamos nuestra actividad laboral o escolar fuera de nuestros hogares, en el cual estábamos de 6 a 8 horas fuera, incluso más, tiempo que pasábamos lejos de nuestra familia y/o pareja, y en cierta forma teníamos nuestro espacio personal, del cual muchos estaban acostumbrados y era la rutina que se venía manejando, por lo que al restringir las salidas o hacer trabajo desde casa, la escuela y toda actividad que pudiéramos hacer en línea nos hizo permanecer con todos los miembros de nuestra familia unidos 24/7 durante muchos meses, por lo que estar encerrado al principio se podría decir que fue bueno, convivir con la familia, hacer algo, empezar un proyecto dentro del hogar, todo eso se reflejó al inicio, pero al pasar de los días y las semanas, llegó un punto en el que esa convivencia tan cercana con los que nos rodean en muchos hogares se convirtió en estrés o desesperación.

Mucho se comentó en las noticias que el encierro había aumentado la tasa de violencia familiar, pues muchos que al salir al trabajo encontraban el escape perfecto de abandonar ese círculo; al estar siempre en casa encontraron algo más que una familia: el infierno. Dentro de ese aumento de violencia que hubo, se generaron también separaciones porque una convivencia las 24 horas del día les provocó un hartazgo y antes de que llegaran a los golpes se fueron por el camino del divorcio, dejando en muchos casos a niños pequeños de por medio, separados de alguno de sus padres.

Incontables pequeños se vieron afectados por la separación de sus padres, pensando si ellos tal vez tuvieron algo que ver, si tal vez por su culpa papá o mamá los dejó solos y como son pequeños, no logran dimensionar que los adultos tienen una relación independiente a la de ser solo sus papás y estos pequeños se han vuelto agresivos o melancólicos, que a la menor provocación o mínimo comentario lloran o gritan. La infancia que están viviendo en este proceso de la pandemia es distinta a la que vivimos nosotros, por eso se les necesita poner la mayor atención y explicarles que si los adultos hacemos tal o cual cosa es por nosotros y no por culpa de ellos, debemos también ser empáticos con ellos, no porque creamos que los niños son pequeños no se dan cuenta, eso es algo muy erróneo, ellos saben y se dan cuenta de lo que ocurre a su alrededor y es necesario darles una explicación al respecto.

Con el cierre de escuelas en algunos municipios del estado a causa del alza en los contagios, muchos niños han vuelto a la enseñanza a distancia y para crear a los futuros profesionistas de México y no a los delincuentes del mañana hay que escucharlos y orientarlos, hacerlos sentir queridos y tomados en cuenta y, por último, si pasaste o has pasado por una situación de separación en el último par de años y tienes pequeños en casa, explícales que la persona que se fue siempre será su familia y la podrán ver y que el que se haya ido no es su culpa ni su responsabilidad. Sigan siempre con el uso de cubrebocas, no bajemos la guardia, maximicemos las medidas de seguridad. Hasta la próxima.

Santiagoobregon.ogmail.com

ACLARACIÓN       
La opinión expresada en esta columna es responsabilidad de su autor (a) y no necesariamente representa la postura de AM Hidalgo

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