La palabra “micromachismo” está hoy en boca de todo el mundo. Podríamos decir que son pequeños gestos sexistas o machistas, algunos de ellos muy sutiles, que ayudan a perpetuar roles de género, machismo, violencia suavizada contra las mujeres, hipersexualización…
Lamentablemente, se les llama micromachismos cuando en realidad son actitudes totalmente machistas.
Hace más de 30 años, el psicoterapeuta argentino Luis Bonino propuso llamar “micromachismos” a este tipo de conductas (y a las implicaciones que hay detrás de ellas). Bonino los define como comportamientos masculinos que buscan reforzar la superioridad sobre las mujeres. “Son pequeñas tiranías, terrorismo íntimo, violencia blanda”, “suave” o de baja intensidad, tretas de dominación, machismo invisible o partícula “micro” entendida como lo capilar, lo casi imperceptible, lo que está en los límites de la evidencia. Lo grave de ellos, según coinciden los expertos y que están en la socialización de hombres y mujeres y lo imperceptibles que resultan. De ahí su perversidad, señalan unos y otras. “Producen un daño sordo y sostenido a la autonomía femenina que se agrava con el tiempo”, señala Bonino.
Algunas feministas y activistas prefieren llamarlo “machismo cotidiano” para quitarle la carga “micro” al término, pues puede llevar a pensar que se trata de actos “pequeños” e inofensivos”.
Así, pues, el fenómeno incluye ideas, gestos, actitudes y comportamientos cotidianos, interiorizados y justificados como naturales, que condicionan el día a día de las mujeres. En definitiva, una muestra más de la desigualdad entre hombres y mujeres.
Bonino clasifica los micromachismo en cuatro tipos:
Utilitarios: Afectan principalmente al ámbito doméstico y a los cuidados hacia otras personas abusando de las supuestas capacidades femeninas de servicio y la naturalización de su trabajo como cuidadora. En la casa, un ejemplo claro de un hombre supuestamente colaborador se vería en la frase: “Cariño, te he puesto la lavadora”. A lo que una mujer que los detecte debería preguntar: “¿Dónde?”, dado que ambos ensucian ropa.
Encubiertos: Son muy sutiles y buscan la imposición de las “verdades” masculinas para hacer desaparecer la voluntad de la mujer, que termina coartando sus deseos y haciendo lo que él quiere. Hay micromachismos en los silencios, en los paternalismos, en el “ninguneo” y en el mal humor manipulativo. ¿Quién no ha escuchado en casa: “Calla, que papá está enfadado, viene muy cansado del trabajo y necesita las cosas así”.
De crisis: Surgen cuando ellas empiezan a romper la balanza de la desigualdad en la pareja. Se pueden reconocer en la frase: “Tú sabrás qué hacer (con las tareas domésticas), si trabajas”.
Coercitivos: En ellos el varón usa la fuerza moral, psíquica o económica para ejercer su poder, limitar la libertad de la mujer y restringir su capacidad de decisión. Suelen afectar al espacio y tiempo de ellos y ellas; y pierden siempre las segundas. Se ven en quién ocupa el mejor sillón de la casa, quién tiene el mando de la televisión, en cómo un hombre abre las paquete piernas y reduce el espacio de una mujer en un vagón de metro… En cuanto al tiempo, el varón, lo dicen todos los estudios, cuenta con más ocio para sus cosas, ya sea irse a montar en bici o irse con sus amigos a ver el fútbol…
A continuación te comparto una lista de micromachismos en la vida cotidiana:
- Rosa para las niñas, azul para los niños: Incluso podemos ir un poco más allá: camisetas para ellas con mensajes como “princesa” o “bonita” y para ellos con “héroe”, “campeón”, “aventuras”, “valiente”… Por suerte, algunas marcas han empezado a eliminar la categorización por sexos y venden, simplemente, ropa infantil.
- “Qué suerte, tu marido te ayuda en casa”: No, el hombre no debe “ayudar” en casa: él, como otro habitante del hogar, es responsable de la mitad de las tareas, o, en su defecto, de las que se pacten entre los miembros de la pareja.
- En el restaurante, la cuenta es para él: Es común que cuando se pide la cuenta en un restaurante se sobreentienda que quien paga es el hombre. En el ámbito de la restauración también es habitual encontrar que, ante la duda de quién ha pedido la cerveza y quién el refresco, la bebida alcohólica sea para él.
- La madre y el “padrazo”: Cuando los bebés llegan al hogar, es muy común, lamentablemente, escuchar decir que el padre es un “padrazo” porque cambia pañales, le da el biberón o le duerme. Para la mujer, parece ser algo natural e incluso obligatorio.
- Un hombre y una mujer no pueden ser amigos: Sí, sí pueden. La sociedad debe empezar a hacer un trabajo importante en cuanto a dejar de sexualizar o romantizar constantemente la relación entre hombres y mujeres.
- La “friend zone”: La llamada “friend zone” es uno de los ejemplos de micromachismos de la vida cotidiana más sutiles. Se dice que una mujer que rechaza a un hombre porque no le apetece tener una relación con él lo lleva a la “friend zone”. Quizás es porque antes el hombre puso a la mujer en la “sex zone”, ¿no?
- Ser madre vs la carrera profesional: Esto empieza ya en la entrevista de trabajo: es muy común preguntar a las mujeres acerca de su decisión personal de ser madres y convertir su respuesta en un factor de decisión clave sobre su contratación. Una vez dentro de la empresa, es más probable que los puestos de dirección sean para los hombres y no para las mujeres.
- Ausencia del lenguaje inclusivo: En la guardería, se escucha como “los niños” pueden salir a jugar. En el instituto, “los alumnos” han aprobado con buenas notas. En el trabajo, se generaliza hablando de “los profesionales”, “los funcionarios”, “los trabajadores”… Hablar de lenguaje inclusivo no es solo hablar de “niñes” o “niñxs”: es hablar de “alumnado”, “equipo humano”, “personal”, “funcionariado”… para no generalizar en masculino e incluir a la mujer en el lenguaje. Es otro ejemplo más de micromachismo extendido en la vida cotidiana.
- “Corres como una niña”: Desde el “corres como una niña” o “llorar es de nenas”: este tipo de estereotipos despreciativos hacen daño al género femenino pero también al masculino.
Por desgracia, hay muchos más. ¡Seguro que se te ocurren muchos más! Solo entre todos y todas podemos acabar con el machismo, siendo un poco conscientes y advirtiendo a quien se les “escapa” algún que otro micromachismo. ¡Empieza hoy a ponerle freno para conseguir un futuro libre de estereotipos limitadores!
La opinión expresada en esta columna es responsabilidad de su autor (a) y no necesariamente representa la postura de AM Hidalgo