El 30 de agosto de 1865 el entonces Emperador de México, Maximiliano de Habsburgo, dentro de una gira, visitó Tulancingo. Venía de Pachuca y de aquí se fue a Texcoco.
Hay 2 libros que hablan específicamente sobre esta visita: Maximiliano íntimo, el emperador Maximiliano y su corte. Memorias de un secretario particular, escrito por José Luis Blasio. Y el segundo libro es: Los viajes de Maximiliano en México de Konrad Ratz y Amparo González.
De acuerdo a los relatos de ambos libros, el Emperador salió con su comitiva a San Lázaro (actual sede del Congreso) el 24 de agosto en dónde se embarcó (si, todavía existía el Lago) hacia Texcoco. De San Lázaro salieron a las 7 de la noche y a Texcoco llegaron a las 7 de la mañana. En Texcoco visitaron la Hacienda de Chapingo. De allí se encaminaron hacía San Juan Teotihuacán; Maximiliano visitó las Pirámides de la Luna y del Sol. El recorrido continúo hacia Otumba, a la Hacienda de los Reyes, propiedad de la familia Adalid, en donde Maximiliano conoció a Zorrilla el autor del “Tenorio”. El 26 de agosto salieron de la Hacienda de los Reyes hacia Zempoala y después a Pachuca, donde ya los esperaba el Ayuntamiento completo y el Señor Wald, Director de la Compañía Inglesa Minera. El 28 de agosto visitó Real del Monte y la Hacienda de Regla. El 29 visitó las principales minas de Pachuca. El 30 de agosto salen a las 6 de la mañana hacía Tulancingo llegando a las 4 de la tarde a Tulancingo.
Los tulancinguenses lo estaban esperando ya desde el día 29, pero les avisaron que se posponía un día la visita. Habían llegado a esta ciudad personas de otras localidades a recibir al emperador, por los relatos podemos inferir que se trataba de gente de Santa Ana, de Acaxochitlán, de Cuautepec, de Santiago, aunque todavía no era municipio, es una de las localidades más cercanas a Tulancingo. Lo recibieron a las 5:30 al norte, en el primer arco el Prefecto superior le entrega las llaves de la ciudad, prosigue en su carruaje precedido por su comitiva y una multitud de personas que se le unieron. Lo reciben con entusiasmo desde las calles, los balcones a pesar de que estaba lloviendo. En el centro de la ciudad, frente a la Catedral lo recibe el Obispo, Don Juan Bautista Ormaechea, quien además de conservador, formó parte por un breve periodo, del triunvirato del segundo imperio mexicano.
En la Catedral hacen un Te deum, ahí reciben al emperador los artesanos formados en valla. La misa dura una hora, misma que el Emperador resiste de rodillas con una vela en mano.
Posteriormente se dirigen a la casa ubicada en las calles que hoy conocemos como 1 de mayo esquina con Cuauhtémoc, que en ese entonces era propiedad de Javier Villegas, español de 28 años casado con una mujer descendiente de franceses de apellido Desentis. Probablemente lo alojaron allí por ser la casa más bonita de la ciudad y quizá también por las preferencias políticas de los propietarios. La casa había sido adornada por familias tulancinguenses. Ahí recibe a una comitiva de artesanos que lo invitan a almorzar al siguiente día a otro de los lugares más bellos de esta ciudad, el Jardín Adalid que había sido objeto de admiración por propios y extranjeros, entre ellos Madame Calderon de la Barca.
Al día siguiente visita escuelas, la cárcel y el hospital. En la comida ofrecida para 25 personas en el Jardin Adalid, le ofrecen platillos realizados por las principales familias de la ciudad.
El último día de su visita va a misa otra vez y después recibe a representantes de instituciones públicas y de pueblos vecinos. Después junto con el Lic. Chimalpopoca va otra vez al Jardín Adalid en donde le espera una orquesta de cuerdas y otro banquete preparado por tulancinguenses. Ahí Maximiliano brinda por la prosperidad de Tulancingo y el Obispo, campeón de oratoria, lo llama entre otras cosas “hijo de reyes” “emperador ilustre” y “padre de los pobres”. Maximiliano, conmovido por tanta efusividad y halagos, promete regresar a esta ciudad con su esposa y apenas regresa a la Ciudad de México, nombra a Ormaechea, consejero honorario de Estado.
Regresa a la casa que hoy conocemos como “de los Emperadores” (porque ahí se hospedaron Iturbide y Maximiliano) y da audiencia, posteriormente quiere descansar, pero el Prefecto había organizado un gallo y sale por un momento. Por fin regresa a sus aposentos a dormir, y salió el sábado 2 de septiembre a las 4 de la mañana llegando a Texcoco a las 11 de la noche.
Y así termina la visita de Maximiliano a Tulancingo, misma que duró del 30 de agosto al 2 de septiembre.
La opinión expresada en esta columna es responsabilidad de su autor (a) y no necesariamente representa la postura de AM Hidalgo