El 7 de noviembre se celebra en México el día del ferrocarrilero. Esto se debe a que, en un día igual, pero de 1907, en Nacozari, Sonora, ocurrió una tragedia y nació un héroe. Un ferrocarril lleno de dinamita comenzó a incendiarse en ese lugar, de haber explotado en medio del pueblo, la destrucción y las muertes hubieran sido considerables. Pero Jesús García Corona, alejó la maquina 2 de ahí (en el corrido de estos hechos dice maquina 501, pero es un error), por lo que salvó a cientos de personas de morir, aún así, fallecieron 13 debido a esa explosión. Desde 1935, por decreto del entonces presidente Lázaro Cárdenas cada 7 de noviembre se conmemora aquel acto heroico del llamado héroe de Nacozari.
En muchos lugares del país hay calles y escuelas con ese nombre, pero lo más importante es que en todo el país se conmemora dicha fecha. Aquí en Tulancingo, hay una escuela, la Secundaria federal número 3 que lleva el nombre de héroe de Nacozari y en el museo del ferrocarril usualmente también se hacen actividades al respecto.
En Tulancingo, la tercera estación del tren es hoy el museo del ferrocarril y aunque han pasado 25 años que no pasa una locomotora por esta ciudad, la cultura ferrocarrilera sigue presente y preservada en ese lugar y sobre todo en los recuerdos de quienes tuvimos la oportunidad de viajar en tren hacía la ciudad de México o Ventoquipa o Beristaín. La primera estación del tren es hoy el Museo de datos históricos y fue construida por Gabriel Mancera, la segunda es propiedad privada y la tercera y última es el museo del ferrocarril. En 1917 viajar de Tulancingo a la Ciudad de México, en ferrocarril, en primera clase, costaba $3.50. El viaje duraba 6 horas aproximadamente. Las estaciones intermedias eran: Santiago, Las Lajas, Somorriel,Tecajete, Tepa, San Agustín, Tezontepec, Tizayuca, Santa Ana, Ojo de Agua y Canal.
Yo quiero compartir con ustedes hoy una anécdota que me sucedió cuando era Directora de museos, allá por febrero del 2003, eran alrededor de las 5:00 de la tarde, yo estaba sentada en el escritorio de la entrada del museo del ferrocarril, cuando llegó un señor de unos 60 años con un niño de aproximadamente 8. El señor le platicaba de manera muy animada a su nieto de los viajes en tren. Se acercó a mí y me pidió 2 boletos. yo le expliqué que no se cobraba la entrada para entrar al museo, él me dijo “No, quiero dos boletos para Beristain”, me asombré y le dije de la manera más amable posible, que hacía años que el tren había dejado de funcionar. El señor no lo podía creer, hablándome bajito para que el niño no escuchara me dijo “le prometí a mi nieto que lo iba a llevar al mismo paseo al que me llevaba mi padre”. Y con los ojos llenos de lágrimas se fue.
La opinión expresada en esta columna es responsabilidad de su autor (a) y no necesariamente representa la postura de AM Hidalgo