Hace casi 90 años, en la década de los 30’s del siglo XX, uno de los primeros arqueólogos mexicanos, fue comisionado a Tulancingo, para investigar la arqueología del Valle, su nombre: Carlos Margain. Ya desde esa época, los tulancinguenses pedían que Huapalcalco fuera investigado y posteriormente que fuera reconocido como zona arqueológica.
Hizo dos expediciones: Una a Huapalcalco, la otra en El Pedregal. En esa época dorada de los inicios de la Arqueología, formando parte de un grupo de intelectuales amantes de la historia junto a Alfonso Caso, Julio Prieto, Manuel Álvarez Bravo y Raúl Anguiano, entre otros, iniciaron de manera formal el estudio de las culturas antiguas en nuestro país. Tuvo una amplia trayectoria, la UAM le otorgó un doctorado honoris causa, viajó por el mundo hablando de las maravillas del mundo prehispánico. Su primera profesión fue la Arquitectura.
En sus clases en la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM hablaba mucho sobre Tulancingo, del verdadero significado de su glifo que había estudiado junto con Wigberto Jiménez Moreno: La Capital venerada. Sus hipótesis sobre la salida de Ce Acatl Topitzin Quetzalcoatl de su amada capital (nuestra ciudad) era la cercanía de los huastecos y por esa razón el líder tolteca se fue a Tula a fundar su Segunda Capital.
A fines de la década de los treinta del siglo XX Carlos Margáin, tras un breve recorrido, reportaba la presencia de numerosos montículos y abundante material arqueológico como cerámica y lítica, así como restos de pisos de estuco y muros policromados en Huapalcalco. También reportó hacia 1943 un cuerpo piramidal con escalinata en el sitio del Pedregal.
Ya en esos años el arqueólogo Margáin hablaba de la destrucción de vestigios prehispánicos debido sobre todo a que una parte del sitio arqueológico de Huapalcalco se encontraba habitado desde entonces. Podemos decir entonces que el problema de la destrucción de los vestigios arqueológicos de Huapalcalco y Zazacuala (el Pedregal) data al menos de siete décadas.
El reporte de Margáin llevó finalmente a que se considerara el Valle de Tulancingo como prioritario dentro de los programas de investigación arqueológica de esos años. El mismo Margain recomendó la exploración de los sitios del Valle de Tulancingo para entender los antecedentes de Tula. El trabajo de Carlos Margáin sobre nuestro valle se encuentra en su informe “La zona arqueológica de Tulancingo, Anales del Museo Nacional de México, Nº. 6, 1954 , pags. 41-47”
Después en la década de los cincuenta se realizaron exploraciones arqueológicas tanto en El Pedregal como en Huapalcalco. Los encargados de estas exploraciones fueron la arqueóloga Florencia Müller y el hidalguense Cesar Lizardi Ramos, quienes mediante excavaciones en Huapalcalco y otros sitios del Valle de Tulancingo, lograron demostrar una larga secuencia cultural de ocupación en la zona desde el periodo pre-agrícola hasta el Postclásico. También fueron los encargados de liberar la pirámide VI, es decir, la edificación principal del sitio de Huapalcalco que aún hoy en día pueden apreciar los visitantes al lugar.
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