Por tercera ocasión Andrés Manuel López Obrador dio positivo a COVID, informó él mismo a través de su cuenta de Twitter el domingo pasado. En el mensaje aclara que “Mi corazón está al 100”, pero debido al contagio tuvo que suspender la gira que realizaba.
¡Uy! Vivimos en tiempos en que la tecnología supuestamente nos ayuda a estar más conectados e informados que nunca antes en la historia, pero también es época en que la desinformación se esparce con virulencia tal que luego uno ya no sabe ni qué pensar. Con decirle que la noche del domingo despertaba a cada rato para echar un ojo, apenas entreabierto a mi teléfono, a ver si de verdad nos habíamos quedado sin presidente.
No piense usted mal, no es mi deseo que Andrés Manuel cuelgue los guantes (de beis), sino que tal pensamiento invadió mi cabeza por tanta especulación, incluso de comunicadores ‘profesionales’, que ya juraban y perjuraban que el presidente había dado sus últimos respiros esa tarde. ¡Válgame!
Pero no, o por lo menos no es lo que han comunicado las autoridades que incluso el lunes muy temprano aseveraron que el mandatario se encuentra en aislamiento y bajo tratamiento médico por COVID. Por ello Adán Augusto López tuvo que desmañanarse para subirse al plato como bateador emergente.
En la mañanera negaron que López Obrador haya sufrido un desvanecimiento justo antes de echarse unos antojitos para evitar el hambre, versión que mencionaron medios locales como el Diario de Yucatán, pero que el secretario de Gobernación rechazó en su oportunidad al bate. Dijo que no hubo tal desmayo ni traslado de emergencia y que el presidente está muy cómodo en Palacio Nacional y quizá en dos o tres días más ya esté de vuelta en el partido.
Mientras, el alarmismo en redes ya estaba desbordado y especulaba lo peor: crisis, luchas de poder, violencia, los menos recalcitrantes acusaban otra vez al gobierno de incompetencia en la información, señalamiento que tal vez tenga un dejo de verdad pues bien hubiera hecho la administración federal en aclarar las cosas con firmeza desde un principio como hizo con anteriores contagios del presidente. Recuerdo que en al menos uno de ellos apareció muy sonriente y sin cubrebocas desde su escritorio para calmar los ánimos y serenar a la opinión pública que en aquella ocasión también especuló con su estado de salud.
Pero no, esta vez no hubo mensaje grabado ni sonrisas tabasqueñas, situación que también ha contribuido a la proliferación del escepticismo sobre la condición médica de López Obrador. Y se vale tener suspicacias, pero no se vale crear y difundir escenarios imaginarios y mucho menos esparcirlos como si fueran ya verdades irrefutables maquiavélicamente ocultadas por el poder. Tanto ocio no es bueno, oiga.
NO HAY HOSPITAL, PERO SÍ HUBO MUCHAS FOTOS
Recuerdo bien que una persona muy cercana me contó el día que Omar Fayad inauguró el nuevo Hospital General de Pachuca: “Iván, llegué temprano y ahí estaban los trabajadores en friega todavía sembrando arbolitos y acomodando muebles aquí y allá. ¿Ya para qué si ya lo van a inaugurar así sin terminar?” Pensé en mi vida estudiantil y en las prisas por terminar la tarea dos minutos antes de que llegara el profesor. Ay, ya así, como quede, lo importante es entregar, decía entonces.
¿Quién hubiera pensado que una administración estatal también tiene mañas de estudiante adolescente? ¿Cuántas más las tienen? Seguramente muchas, porque no es raro que un gobierno, de cualquier nivel, se le cuezan las habas por salir en fotos cortando listones sin importar si lo que ofrecieron en verdad funciona. Ora resulta que le faltan 500 millones de pesos pa terminarlo y prevén que su funcionamiento no sea este año. ¡Sopas! ¿Pos entonces qué inauguraron?
La opinión expresada en esta columna es responsabilidad de su autor (a) y no necesariamente representa la postura de AM Hidalgo