Los niños de hoy no saben quién es Borola Tacuche. ¿Cómo explicarle a un niño quién es la familia Burrón?
Ellos saben quiénes son Bad Bunny y también Dua Lipa, a nivel nacional, la familia Peluche, pero no saben nada de Foforito ni del Rizo de oro. Al igual que a millones de niños del siglo XXI, tenemos que decirles quienes son los iconos de la cultura popular del siglo XX. Conocen al Santo, pues ahora cada sábado transmiten sus películas. El cine es algo más cercano a éllos. Pero las historietas no.
Tendríamos que platicarles de la familia Burrón, del parecido que tiene doña Borola con la vecina, o don Regino Burrón con su esposo. No por querer ofender a nadie, sino porque el éxito de un cronista urbano consiste en eso, en que en cada personaje reconozcamos actitudes o personalidades de nosotros. Contarles las aventuras (y desventuras) de la Familia Burrón, quienes vivían en el Callejón de Cuajo en alguna anónima colonia de la vieja Ciudad de México, en donde pasaron hechos y situaciones que afectaron al México urbano de la segunda mitad del siglo pasado; siendo la constante la denuncia implícita de que la prosperidad siempre anunciada (pero nunca lograda) jamás llegaba a las clases medias bajas y bajas; aunque esta situación siempre fue la constante para despertar el ingenio derivado de la necesidad de sobrevivir y sacar adelante a la familia y ayudar al prójimo cercano, tal y como lo hace Doña Borola quien se las ingenia para ayudar a su marido Don Regino para mantener a su familia porque como a la mayoría, no le alcanzaba con lo que ganaba en el Rizo de oro, su peluquería.
Sólo que ya no existen historietas, esas en las que el Santo derrotaba a todos los villanos mexicanos (las momias de Guanajuato, los vampiros) y Macuca Tacuche representaba a todas las hijas de familia de la segunda mitad del siglo XX. O en dónde Capulina junto con su abuelo hacía de las suyas. Los niños de hoy no han leído a Kaliman ni a Sinuhe el Egipcio. Ahora las historietas son material de museo.
Pero a los que tenemos mas de 40 años nos corresponde ser los difusores de una cultura que se ha ido perdiendo. A veces nos avergonzamos de la época en la que nos tocó vivir y quizá hasta creamos que era horrorosa y que nuestros hijos son afortunados por que a ellos les tocó la época del Internet, del iPhone, nintendo, del Xbox wii y no las revistas de la Familia Burrón. La diferencia es simple: La familia Burrón retrataba al México urbano del siglo XX. Los videojuegos corresponden a otra realidad, a otro imaginario, a otro país.
A mi generación le gustaba leer historietas, coleccionar estampitas en albums y los copetes grandes. No espero que mis hijos sean iguales, ellos son de otra generación: sólo espero que comprendan porque me siento orgullosa de Gabriel Vargas, un tulancinguense universal, Sociólogo, gran conocedor de la mente y el lenguaje mexicanos.
La opinión expresada en esta columna es responsabilidad de su autor (a) y no necesariamente representa la postura de AM Hidalgo