Siempre que una mujer avance no hay nadie que retroceda, así el tiempo como testigo cuenta: la participación de las mujeres se vio reflejada de muchas maneras, fueron soldaderas, periodistas, informantes, espías, expertas en explosivos como Petra Herrera que se hizo pasar por hombre para estar en combate, formando su ejército de mujeres, ¡guau!
El principio de toda revolución es un malestar insoportable de injusticias y desigualdad de abusos de poder. En nuestra actualidad nuestras armas sean conocer la verdad y hacerla oír, por esto nuestra lucha llega a tener eco y el 25 de noviembre se conmemora el Día Internacional para la Eliminación de la Violencia contra las Mujeres. Esta fecha tiene como fin prevenir y eliminar la violencia contra las mujeres y las niñas en todo el mundo.
Ahora bien, conmemoremos bajo cautiverio de un sistema que cautiva en el romántico estereotipo de ser elegidas para el éxito de ser plenas para formar una familia, tener hijos y ser amadas o castigadas con culpas, miedos por la fascinación a las reglas establecidas que bebemos aprender a jugar para sobrevivir en cautiverio.
Porque libres no somos, no somos libres de vivir sin violencia, sin partirnos en la modernidad laboral, en el conversadorismo del hogar y la exigencia conyugal, haciendo votos al patriarcado de obediencia, pobreza, ignorancia. El feminismo obviamente tendrá mala prensa porque cuestiona los vínculos más cercanos: tu papá, tu pareja, tu mamá, incluso tus amigos, tus ex y hasta contigo misma. Por supuesto que va tener mala prensa, porque todo aquello que genere conciencia, disrupción y haga estallar una crisis de identidad que te haga generar profundas brechas con todo lo que eras y conocías, hará ruido.
Pero hoy, y hablo por muchas, vivir este movimiento personal te pondrá en lugar más seguro, más libre, porque “el logro patriarcal consiste en alejar a las mujeres de sí mismas y de las mujeres más próximas o con quienes tienen más semejantes”, de temer que el patriarcado tiene el poder, la llave, la clave de cómo sembrarnos miedo que se convierten en las alas de nuestra libertad, a la plenitud de ser lo que queramos ser o no ser: madre, o pertenecer a LGBTIQ+, no ser etiquetadas ni estereotipadas en una profunda violencia que tenemos que aprender a desarticular, a no señalar, a no odiar.
Para ello es vital acceder a la enorme y basta teoría que históricamente el movimiento feminista ha creado y, con ella, provocar nuevas realidades sociales, mantenernos articuladas cuestionando críticamente con el fin de generar cada vez más la tierra fértil en la que podamos florecer en las grietas del cautiverio de esta cultura, para provocar las condiciones de una sociedad inclusiva y disponible para nosotras hoy y para las próximas generaciones de mujeres que nunca conoceremos. “Por las que somos, por las que fueron y las que serán”.
¿Y Por dónde iniciar? ¡Ya iniciamos! Los hombres están cansados de ser lo que son, el orden actual les incomoda, los tiene disgustados del puesto en el que se hallan, todos quieren mudar de situación más ninguno sabe de qué punto partir y entonces se reduce a un descontento social del sobreuso del término feminismo.
También hemos hecho alianzas porque concebimos la sororidad no sólo como estrategia financiera, sino también como un puente que nos permite formar una Feminismocracia con las mujeres al frente y los derechos al centro.
Hasta la próxima.