La siguiente década será de transformaciones para la humanidad. Así como los sesenta estuvieron marcados por el viaje del hombre a la Luna y el desarrollo del transistor, de aquí al 2035 la humanidad desarrollará la Inteligencia Artificial General (AIG). Los cambios serán dramáticos a la velocidad a la que podremos pensar, crear y producir, ayudados por la invención de modelos de inteligencia que generarán más modelos de inteligencia, superior a la humana.

Para muchos observadores, la IA aumentará la productividad como no se había visto desde la invención de la energía eléctrica. Es como si tuviéramos miles de Thomas Alva Edison inventando futuras aplicaciones: autos autónomos, robots domésticos, industriales y comerciales. Los “agentes” surgieron apenas hace unos meses y comienzan a poblar la IA con ayuda de los usuarios. Así como hace 17 años empezamos a escuchar la palabra “APP” (aplicación), ahora serán los “agentes” quienes realicen mucho del trabajo que hoy hacemos, incluso sin nuestra asistencia.

Las barbaridades fueron de época, recordemos a María Elena Álvarez-Buylla, quien participó en la dirección y destrucción del Conacyt y calificó en una ocasión a la ciencia como “neoliberal”. Recordemos la desarticulación de ese gran centro de investigación en ciencias sociales, económicas y políticas llamado CIDE (Centro de Investigación y Docencia Económica). Qué decir de la persecución penal de científicos del Sistema Nacional de Investigadores o los pleitos absurdos con la UNAM, a la que AMLO tachó de “conservadora”.

Ninguna institución ha dado tanto a la ciencia y al conocimiento en México como la UNAM. Lo sabe la presidenta Claudia Sheinbaum, ella misma es producto de esa universidad donde estudió y dio cátedra.

El abanico de oportunidades para el país y sus instituciones de investigación y desarrollo nunca se había abierto tanto como hoy. La IA puede utilizarse para mejorar la seguridad; las consultas remotas y robóticas en la salud; la digitalización de los servicios al ciudadano, desde la creación de una empresa hasta la transformación del notariado público. Qué decir de la educación.

El Estado podría garantizar la mejora en toda la educación, primaria, secundaria y profesional, promoviendo formación a través de agentes hoy llamados “tutores”. Quien conoce la plataforma de aprendizaje de idiomas llamada Duolingo, entiende el potencial de aprender a través de un sencillo celular. Esa es una muestra de lo que viene para otras materias como las matemáticas, el lenguaje y la propia IA.

La educación a distancia durante la pandemia fue una prueba inicial de lo que se pudo lograr y lo que fue un desastre. Hoy reconocemos la necesidad de la convivencia en las escuelas, indispensable para la salud mental de los estudiantes y sus familias.

Una buena aspiración es digitalizar todo, como lo hicieron Estonia, los países nórdicos o Singapur. La UNAM puede y debe usarse para proyectos nacionales de envergadura. El conocimiento no es liberal, conservador, de izquierda o de derecha. Recuerdo que uno de los mejores maestros en Ingeniería Civil era Heberto Castillo. Sus libros sobre cálculo de estructuras jamás dijeron tener ideología. Heberto fue un hombre que luchó por la izquierda y aportó mucho a la democracia del país. Hay muchos científicos olvidados por el populismo nacionalista. La ciencia tiene que regresar con todo el apoyo del nuevo sexenio. Con ciencia, sin creencias o dogmas políticos.

Ninguna institución ha dado tanto a la ciencia y al conocimiento en México como la UNAM. Lo sabe la presidenta Claudia Sheinbaum, ella misma es producto de esa universidad donde estudió y dio cátedra.

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