León, Guanajuato. En 1972, José Isabel Bonilla se vio sin empleo y con 12 hijos que alimentar. Buscó el sustento vendiendo jícamas y fruta. Aunque el primer día no sacó ni la inversión, con el tiempo su puesto se transformó en uno de los más tradicionales de León: pasó de llamarse “Las Jícamas del Penthouse” o “Con el Don”, a “Jícamas Gus”, que acaba de cumplir su 51 aniversario.

El puesto es hoy parada obligatoria para personajes de la política, la cultura y el entretenimiento. Los más recientes fueron el morenista Marcelo Ebrard y la influencer Brenda Catalán.

Leticia Bonilla Gómez, hija y sucesora de José Isabel, contó que a pesar de las modas de ingredientes en las botanas, ellos se han mantenido fieles a las recetas originales, a base de jícama, pepino y piña.

“Mi papá empezó con caldo de oso, rebanadas, chalupas, bombas” cuando el negocio de enfrente ni siquiera era El Penthouse, sino El Torito, en la avenida Las Américas de la colonia Andrade.

Poco después se movió unos metros adelante de la esquina con avenida Roma, desde donde despacha desde entonces.
“Ahorita hemos diversificado las cosas, lo más reciente es el vaso mexicano, el mar y tierra, el delicioso, el tambo especial”, pero sin cambiar su receta de vinagre ni incluir chamoy.

Si le metemos chamoy ya no es lo nuestro. Nos piden jugo de naranja, porque el gazpacho sí lleva eso, pero les explicamos qué lleva nuestro collage y ya, lo aceptan. Dorilocos, tampoco, pero les hacemos el Mexicano, que es parecido”.

Aunque, dijo, al cliente le cumplen su gusto con los ingredientes disponibles. “El vinagre es receta de mi mamá, no tiene conservadores y es de casa, así como la ‘Salsa de la tía’”.

Para Leticia, su hija Paulina y su yerno, el día inicia antes de las 6 de la mañana, pues deben ir muy temprano a la Central de Abastos a comprar la mercancía: además de las frutas, verduras y tubérculos, compran cacahuates, cueritos, camarón.

“Cuando mi papá comenzaba, no había tanto transporte y la jícama era de temporada, de septiembre a marzo”. Entonces vendía solo fruta e incluso nieves de bote, pues había que sacar el sustento.

“Él nos enseñó a no estar nomás con las manos cruzadas, a ver a qué horas llega -la suerte-, sino que hay que salir a buscar”.
Su éxito no solo viene de la frescura de la mercancía, el cuidado con que elaboran sus platillos o la sazón, también de su actitud de servicio.

Ella cuenta que José Isabel obligaba a sus ayudantes, cuatro de sus hijos, a dejar las malas caras en casa y siempre dar buena atención.

Leticia Bonilla Gómez, hija del fundador del famoso puesto.

El nombre de Gus viene por Gustavo, el hijo que se quedó permanentemente en el puesto, mientras los otros tres se rolaban. El hijo de Gus hoy despacha junto con Leticia y su familia.

Entre las anécdotas más memorables está haber servido uno de los platillos de una boda, para luego volver a encontrarse a la pareja, ya divorciada, yendo cada quién por su lado, pero fieles a sus productos.

LALC

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