Baltimore.- En un día caluroso y húmedo de verano en la Costa Este de Estados Unidos, un enorme portacontenedores entró en el puerto de Baltimore cargado con láminas de madera contrachapada, varas de aluminio y material radioactivo, todo procedente de campos, bosques y fábricas rusas.

El presidente de Estados Unidos, Joe Biden, prometió “infligir dolor” y propinar “un golpe demoledor” a su homólogo ruso, Vladimir Putin, a través de restricciones comerciales a productos como el vodka, los diamantes y la gasolina luego de que Rusia invadió Ucrania hace seis meses.

Pero cientos de mercancías no sancionadas valoradas en miles de millones de dólares, incluyendo las que viajaban en el buque que llegó a Baltimore procedente de San Petersbugo, siguen arribando a los puertos estadounidenses.

The Associated Press halló que más de tres mil 600 cargamentos de madera, metales, caucho y otros productos rusos llegaron a los puertos estadounidenses desde que Moscú comenzó a lanzar misiles y ataques aéreos sobre su vecino el 24 de febrero.

Esto supone un descenso significativo con respecto al mismo periodo de 2021, cuando hubo cerca de seis mil envíos, pero suma más de mil millones de dólares de comercio al mes.

En realidad, ninguno de los implicados esperaba realmente que el comercio se paralizase tras la invasión. La prohibición de importar ciertos artículos habría hecho más daño a los sectores afectados en Estados Unidos que en Rusia.

Cuando imponemos sanciones, pueden alterar el comercio mundial. Por lo tanto, nuestro trabajo es pensar qué sanciones tienen el mayor impacto y, al mismo tiempo, permiten que el comercio mundial continúe”, dijo el embajador Jim O’Brien, director de la Oficina de Coordinación de Sanciones del Departamento de Estado, a la AP.

Los expertos afirman que la economía global está tan interconectada que las sanciones deben tener un alcance limitado para evitar el aumento de los precios en un mercado ya inestable.

Además, las sanciones estadounidenses no existen en un vacío: las prohibiciones decretadas por la Unión Europea y Gran Bretaña generan normas comerciales complicadas que pueden confundir a los compradores, a los vendedores y a los responsables políticos.

Por ejemplo, el gobierno de Biden y la UE publicaron listas independientes de las empresas rusas que no pueden recibir exportaciones, pero al menos una de ellas — que abastece al ejército ruso del metal empleado en la construcción de los aviones de combate que arrojan bombas sobre Ucrania — sigue vendiendo millones de dólares en metal a compañías estadounidenses y europeas, según halló la AP.

Aunque algunos importadores estadounidenses buscan materiales alternativos en otras partes, otros dicen que no tienen más alternativa.

En el caso de la madera, de los densos bosques rusos de abedules sale un producto tan duro y resistente que la mayoría del mobiliario escolar y de los pisos de las casas de Estados Unidos se construyen con eso.

Casi a diario, los puertos del país reciben contenedores con artículos rusos como zapatillas para halterofilia, equipos de minería de criptomonedas e incluso almohadas.

El desglose de los productos importados desde Rusia muestra que algunos son claramente legales y están recomendados por el gobierno de Biden, como los más de 100 envíos de fertilizantes que han llegado desde la invasión.

Los productos ahora vetados, como el petróleo y el gas, siguieron llegando mucho después del anuncio de las sanciones debido a los periodos “de gracia”, que permiten que las empresas cumplan con los contratos ya existentes.

En algunos casos, el origen de lo que sale de los puertos rusos puede ser difícil de trazar. Las firmas energéticas estadounidenses siguen importando petróleo de Kazajistán a través de Rusia, aunque en ocasiones ese crudo se mezcla con el ruso.

Los expertos en comercio advierten que los proveedores rusos son poco fiables y la estructura corporativa opaca de la mayoría de las grandes empresas del país hace difícil determinar si tienen lazos con el Kremlin.

Esta es una regla general: cuando hay sanciones, hay todo tipo de tramas opacas y comercio ilícito”, dijo el economista ruso Konstantin Sonin, quien da clase en la Universidad de Chicago. “Aún así, las sanciones tienen sentido porque aunque no se pueden anular el 100% de los ingresos, pueden reducirse”.

Muchas empresas estadounidenses están optando por cortar el comercio con Rusia. La cerveza Coors, por ejemplo, devolvió un cargamento de lúpulo de una firma estatal rusa en mayo como parte del compromiso para suspender todos sus negocios con el país, según la vocera de Molson Coors Beverage Co., Jennifer Martinez.

Moscú y Washington nunca han sido grandes socios comerciales y, por ello, las sanciones a las importaciones son una parte muy pequeña de las estrategia de represalias.

Las restricciones a las exportaciones estadounidenses, especialmente de tecnología, causan más daño a la economía rusa, y las sanciones al Banco Central Ruso han congelado el acceso de Moscú a unos 600.000 millones de dólares en reservas de divisas en Estados Unidos y Europa.

Sin embargo, las sanciones tienen un peso simbólico que va más allá del daño financiero que puedan causar, especialmente para los consumidores estadounidenses horrorizados por la guerra en Ucrania. 

(Con información de Juliet Linderman y Martha Mendoza, de la Agencia AP). 

HEP

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