Brasil.- La mitad más uno de los votos emitidos por alguna de las candidaturas: eso es lo que necesita Luiz Inácio Lua da Silva para ganar el que sería su tercer mandato presidencial. Y, según las últimas encuestas publicadas hasta el pasado 28 de septiembre, está más cerca que nunca. El promedio realizado por El País le otorga un 47 %.
No solo ha ampliado su ventaja frente a su rival, Jair Bolsonaro, de 10 a 12 puntos. Si las encuestas están midiendo bien la voluntad por cada uno de los candidatos, el actual presidente estaría estancado en 35 %, mientras el cambio de Gobierno en primera vuelta se habría tornado más probable.
Estaría, de hecho, dentro de un hipotético margen de error de 3 puntos, habitual en sondeos electorales de calidad estándar.
En la última semana, Lula habría crecido unos 2,5 puntos, lo que equivale aproximadamente a sumar entre 3 y 4 millones de votantes a sus filas si asumimos una participación similar o algo superior a la de años anteriores.
Esto se observa bien tanto en el promedio de El País como en los que mantienen Estadão, Veja o el Financial Times. Algo que señala un incremento generalizado en la última ola de sondeos.
A la luz de la evolución de otros candidatos, la subida proviene especialmente de los indecisos, que han bajado en la última semana a menos del 6 %. También podría llegar de los votantes de otras candidaturas, especialmente la de Ciro Gomes, que se ha dejado 1,2 puntos en los últimos 7 días. Cabe recordar que Gomes pretende desde hace años disputarle al PT de Lula el espacio de la izquierda moderada y el centro más reacio a Bolsonaro, y que hasta hace poco estaba creciendo en las encuestas. La inercia de la polarización parece producir un declive que también alcanza a la centrista Simone Tebet.
Por demás, al no haber pérdidas significativas de Bolsonaro, cabe deducir que los trasvases entre candidatos ganadores son poco probables. Algo esperable si se atiende a la forma que ha tomado la elección: como un concurso decisivo entre dos polos no solo ideológicos, sino también de orden institucional, especialmente desde el momento en que el jefe de Estado saliente se niega a aclarar si aceptaría una eventual derrota.
Además, aun hay tiempo para que se activen dos reacciones espejo de las anteriores: un giro de votantes de terceros candidatos, o un vuelco de indecisos, hacia Bolsonaro, ante el incremento de probabilidades de un triunfo en primera vuelta. Porque en entornos altamente polarizados las encuestas no hacen candidatos de la nada, pero sí pueden cimentar o achicar márgenes que, a veces, pueden terminar siendo decisivos; o la fragmentación de la oposición anti-Lula en candidaturas que ocupan todo el espectro desde el socioliberalismo hasta la derecha populista y han decidido llegar hasta el final aunque esto le cueste millones de votos a Bolsonaro.
Estos son los escenarios que, si se mantienen hasta el cierre de urnas, dejarían a Lula cerca o incluso por encima de esa ansiada mitad más uno de votos: asumiendo que la mayoría de los votantes que siguen en disputa (indecisos cuya participación es plausible) se van por Lula, se quedará al borde del objetivo de victoria en primera. De igual forma, si terminan por quedarse en casa, la reducción del denominador también le pondría a muy pocos votos del Palacio de Planalto. Necesitaría, según estas simulaciones, un empuje adicional de abstencionistas o fuga de candidaturas centristas para asegurar que llega a la meta deseada.
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