Por: Catrin Einhorn and Lauren Leatherby
La vida silvestre está desapareciendo en todo el mundo, tanto en los océanos como en tierra firme. La causa principal en tierra es quizá la más sencilla: los seres humanos se están apoderando de demasiada superficie del planeta y borrando lo que había antes. El cambio climático y otros problemas dificultan la supervivencia.
Esta semana y la próxima, las naciones se reúnen en Montreal para negociar un acuerdo nuevo que aborde el impactante declive de la biodiversidad. El futuro de muchas especies pende de un hilo.
“Si desaparece el bosque, desaparecerán las especies”, afirmó Walter Jetz, profesor de Ciencias de la Biodiversidad de la Universidad de Yale quien dirige Map of Life, una plataforma que combina imágenes por satélite con datos ecológicos para determinar cómo están cambiando las áreas de distribución de las especies en todo el mundo. Map of Life compartió sus datos con The New York Times.
Según el principal grupo científico intergubernamental sobre el tema, la biodiversidad (es decir, toda la variedad de vida del planeta, incluidas las plantas, los invertebrados y las especies oceánicas) está disminuyendo a un ritmo sin precedentes en la historia de la humanidad. Las proyecciones del grupo sugieren que un millón de especies están en peligro de extinción, muchas de ellas en cuestión de décadas.
La reunión en Montreal busca trazar un camino diferente. Con un retraso de dos años a causa de la pandemia, las delegaciones están trabajando para alcanzar un acuerdo nuevo de 10 años para abordar la pérdida de biodiversidad en el marco de un tratado de las Naciones Unidas llamado Convenio sobre la Diversidad Biológica.
“Con nuestro apetito insaciable por un crecimiento económico descontrolado y desigual, la humanidad se ha convertido en un arma de extinción masiva”, declaró la semana pasada el Secretario General de la Organización de las Naciones Unidas, António Guterres, en su discurso de apertura en Montreal.
Según el propio Convenio sobre la Diversidad Biológica, el último acuerdo mundial sobre biodiversidad no logró alcanzar ni un solo objetivo a escala mundial y las poblaciones de fauna salvaje siguen cayendo en picada.
Por ejemplo, el murciélago blanco hondureño.
A primera vista, parecen un racimo de bolas de algodón pegadas bajo una hoja, pero cada montoncito de pelusa tiene un hocico y unas orejas amarillas aún más pequeñitos. Los murciélagos blancos hondureños trabajan juntos para convertir las hojas en tiendas de campaña y son famosos por amamantar a las crías de otros murciélagos. Por la noche, vuelan en busca de una especie concreta de higo y dispersan sus semillas.
Estos murciélagos ofrecen beneficios potenciales a las personas: su belleza los convierte en un atractivo ecoturístico y tienen una capacidad poco común en los mamíferos para almacenar carotenoides en la piel, lo cual podría ser prometedor para el tratamiento de enfermedades como la degeneración macular.
No obstante, en los últimos 20 años, los murciélagos blancos hondureños han perdido casi la mitad de su zona de distribución en Centroamérica a medida que la gente tala la selva tropical para crear tierras de pastoreo, tierras para cultivo y viviendas. Aunque aún no se consideran en peligro de extinción, están sufriendo un declive marcado, uno de los innumerables ejemplos de esta crisis mundial cada vez más grave.
Como consecuencia, no solo se verá afectada la vida silvestre. Según los científicos, la pérdida de biodiversidad puede provocar el colapso de los ecosistemas y amenazar el suministro de alimentos y agua de la humanidad. Crece la alarma de que esta amenaza tiene la misma relevancia que la crisis climática.
“El cambio climático representa una amenaza a corto plazo para el futuro de la civilización humana”, afirmó Katharine Hayhoe, una destacada investigadora del cambio climático que también se centra en la biodiversidad como científica en jefe de Nature Conservancy. “La crisis de la biodiversidad representa una amenaza a largo plazo para la viabilidad de la especie humana”.
Los científicos subrayan que una no puede resolverse sin la otra porque están interconectadas.
Qué está provocando esta pérdida
La población humana se ha duplicado desde 1970. Aunque el ritmo de crecimiento demográfico está disminuyendo, el número de personas sigue en aumento. Los niveles de consumo en diferentes partes del mundo hacen que algunas personas ejerzan más presión sobre la naturaleza. Por ejemplo, en Estados Unidos, cada persona utiliza en promedio el equivalente a 8 hectáreas globales, según Global Footprint Network, un grupo de investigación sin fines de lucro. En Nigeria, la cifra es de una hectárea por persona.
Todo eso está relacionado con las causas de la pérdida de biodiversidad, que ya clasificaron los científicos. En primer lugar están los cambios en el uso de la tierra y el mar; en segundo, la captura directa de especies a través de, por ejemplo, la caza, la pesca y el tráfico de fauna salvaje; les siguen el cambio climático, la contaminación y las especies invasoras. Para desgracia de la fauna, estos problemas se acumulan.
En el futuro, los científicos prevén que el cambio climático se convierta en el principal factor de pérdida de biodiversidad a medida que los cambios de temperatura, precipitaciones y otras condiciones sigan transformando los ecosistemas. Se espera que este cambio ocurra “dentro de algunas décadas”, señaló Jetz, “pero es probable que en ese momento ya estemos ante un conjunto de especies sumamente reducido”.
Para tener la mejor oportunidad de adaptarse al cambio climático, las plantas y los animales necesitan poblaciones robustas y espacio para migrar. En lugar de eso, se ven mermados y acorralados.
¿Por qué la gente se apropia de tanta tierra? El motivo principal es la agricultura. En muchas partes del mundo, eso se traduce en exportaciones impulsadas por el auge del comercio mundial. Por ejemplo, en las últimas décadas, el Sureste Asiático se ha convertido en un proveedor importante de café, madera, arroz, aceite de palma, caucho y pescado para el resto del mundo.
“Toda esa expansión económica se ha producido a costa de la biodiversidad del hábitat”, aseveró Pamela McElwee, antropóloga medioambiental de la Universidad de Rutgers, quien estudia la región.
Los costos elevados de la inacción
Aunque en estos momentos los países del sur están experimentando las pérdidas de biodiversidad más drásticas, Europa y Estados Unidos sufrieron su propio declive hace cientos de años.
“Perdimos prácticamente el cien por ciento de los bosques primarios en la mayor parte de Europa”, comentó Jetz.
Ahora, con las negociaciones en marcha en Montreal, los países pobres en el ámbito económico, pero ricos en biodiversidad, arguyen que necesitan la ayuda de los países más ricos para poder tomar un camino diferente.
En general, la necesidad financiera es desalentadora: se requieren cientos de miles de millones al año para ayudar a los países más pobres a desarrollar y aplicar planes nacionales de biodiversidad, que incluirían acciones como la creación de áreas protegidas, la restauración de tierras degradadas, la reforma de prácticas agrícolas, pesqueras y forestales perjudiciales, la gestión de especies invasoras y la mejora de la calidad del agua urbana.
Por otro lado, no hacer frente a la pérdida de biodiversidad conlleva un enorme riesgo financiero. Según un informe del Foro Económico Mundial, la generación de valor económico por 44 mil millones de dólares “depende mucho, o bastante, de la naturaleza y sus servicios y, por lo tanto, está expuesta a la pérdida de esta”.
Una enorme fuente de financiación podría proceder de la reorientación de los subsidios que actualmente apoyan los combustibles fósiles y las prácticas agrícolas nocivas, afirmó David Cooper, secretario ejecutivo adjunto del Convenio sobre la Diversidad Biológica.
“En la actualidad, la mayoría de los gobiernos gastan mucho más en subsidios que destruyen la naturaleza que en financiar la conservación”, concluyó Cooper. “Así que, sin duda, un cambio en eso será fundamental”.
c.2022 The New York Times Company