Sin las remesas el país estaría hundido y millones de familias más vivirían en pobreza extrema. Para encontrar la dimensión del apoyo que significa el esfuerzo de los paisanos, podemos comparar lo que llega a Guanajuato y qué proporción tienen respecto a algunas industrias locales y del propio Gobierno.
En 2021 llegaron al país más de 50 mil millones de dólares de los cuales el 8.3% tuvieron destino en Guanajuato. Con Jalisco y Michoacán somos uno de los estados más favorecidos por el trabajo de nuestros paisanos. Los 4 mil 150 millones de dólares son equivalentes a 85 mil millones de pesos.
Si en Guanajuato se produce aproximadamente un billón (un millón de millones) de pesos por año, las remesas equivalen al 8.5%. Si el presupuesto del Gobierno Estatal fue de unos 87 mil millones, es casi igual a todo lo que invertimos en educación, seguridad, salud, obras públicas y demás gastos.
Ninguna industria local, ni la del calzado, la agricultura o las exportaciones de autos se comparan con el monto con el que nuestros héroes migrantes mantienen a sus familias desde los Estados Unidos. Ellos son cocineros, camaristas, jardineros, jornaleros agrícolas, quienes en un clima de competencia laboral son los más codiciados trabajadores de las empresas norteamericanas.
Pero esa condición de héroes termina cuando regresan al país a finales de año a visitar a sus familias. Tienen que venir en caravana para no ser asaltados, principalmente por agentes estatales, federales o simples roba caminos. En los aeropuertos sufren porque los tratan como contrabandistas a pesar de que lo único que traen son ropa y regalos.
A nuestros gobernantes se les llena la boca cuando presumen el récord de remesas, pero sería mucho más orgullo decir que disminuyen porque en México tenemos una economía pujante que da empleo a quien lo busca.
En una economía neoliberal, con reglas claras a la inversión y el respeto a las leyes, los mexicanos producen más de 5 veces lo que aquí puede ofrecer la magra economía que no crece mientras la población sí.
Un plan nacional a largo plazo debería contemplar la lucha por reunificar a las madres con sus hijos, los esposos con sus mujeres e hijas e hijos. Esos dólares que apuntalan el valor del peso, que alimentan a millones, tienen el reverso de la moneda en pueblos semiabandonados, familias abandonadas y mucho sufrimiento para sobrevivir.
También es responsabilidad de los norteamericanos el regularizar la estancia y dar residencia a quienes les tienden las camas en los hoteles, les cocinan en los restaurantes y dan mantenimiento a sus casas. Son hombres sombra que no pueden reclamar una vida libre al tránsito entre fronteras para reunirse con los suyos. Con el precio de hasta 5 mil dólares por pasada a través de traficantes, resulta imposible cuando menos una reunión anual.
En años recientes, el flujo de personas hacia México se redujo e incluso hubo repatriaciones voluntarias, pero la pandemia y la falta de apoyo directo al empleo ocasionó una nueva fuga hacia el norte. Las remesas crecientes tienen correlación directa con los paisanos que consiguen empleo en EU, donde faltan trabajadores porque algunos ya no quisieron regresar a la chamba (5 millones) y otros faltan por la pujanza económica y la demanda insatisfecha de mano de obra.
El canciller Marcelo Ebrard debería empujar fuerte para un acuerdo de empleo temporal. Los empresarios norteamericanos gritan por ayuda -qué decir de los agricultores- y en México hay gente deseosa y competente para millones de vacantes. Con un tratado laboral así, Ebrard se ganaría la candidatura a la presidencia, no hay duda.