La Feria de León arranca en medio de la última ola de infecciones. La variante llamada Ómicron llega un mes después de que invadiera los Estados Unidos y Europa, a dos meses de su erupción en Sudáfrica. Si vemos gráficas, hay un brinco en las infecciones que supera las tres olas anteriores. ¿Quién podía imaginar que en EU habría 800 mil infectados diarios en promedio?
Como nunca antes, escuchamos que esa ola invade nuestro ámbito cercano. El presidente López Obrador cae por segunda ocasión, lo mismo que nuestro gobernador Diego Sinhue Rodríguez. La joven alcaldesa de León, Alejandra Gutiérrez enferma, y por pura novatez, guarda la información durante tres días. Nuestro miedo disminuye en la medida que baja la letalidad. Es una reacción intuitiva más que apegada a la ciencia.
Supimos desde el principio que la última variante tenía un vector de al menos R4, es decir, cada persona que se enferma pasa la infección a cuatro más. Como no hay pruebas suficientes, podemos imaginar que buena parte de la población sufre de algo parecido a la gripe, que puede ser una mutación de COVID-19, o influenza estacional. Como no somos expertos, sacamos conclusiones de nuestro entorno con familiares y amigos enfermos, lo único que podemos asegurar es que al menos un tercio estuvo o está infectado.
El tema de conversación en León es si fue prudente permitir la organización de la Feria. Quienes dicen que es un error y podría saturar los servicios médicos de la ciudad, tienen razón; quienes afirman que con Feria o sin ella la inmunidad de rebaño llegará, también la tienen. El problema es la velocidad. Seguro que con eventos multitudinarios y con espectáculos públicos bajo cubierta, el Ómicron acelerará su carrera.
Si me preguntaran: ¿estarías dispuesto a ir al festejo anual?, diría que sí. Gozar de los juegos mecánicos o los eventos al aire libre con un buen cubrebocas N95 no atemoriza, sobre todo cuando tenemos al menos dos vacunas y la del refuerzo.
Otra cosa sería ir al Palenque, donde las apuestas van en dos sentidos: a ganar con el gallo favorito y a salir sin el COVID en el pulmón que gritó a rienda suelta las canciones favoritas. En la Velaria no tendría problemas, sin embargo ir a los puestos más concurridos da temor.
Lo cierto es que hay dos cosas que ya no soportamos: las condiciones de cuarentena con su flagelo económico y la saturación de los servicios médicos. Entre la espada y la pared, vivimos amenazados por la contracción económica y los daños a la salud pública. Buscamos sin cesar esa luz en el horizonte que nos permita ver el fin de la pandemia.
En la radio de Inglaterra, la máxima autoridad sanitaria anuncia que esa luz comienza a brillar. Ellos van un mes adelante de nosotros. Si en febrero comienza a disminuir la tasa de infección en Estados Unidos y Europa, a finales del próximo mes y en marzo tendremos la esperanza de que lo peor ya pasó.
Para China, lugar donde surge el COVID, no hay alternativa más que impedir todo contagio; para Australia, la prioridad es poner el ejemplo con el tenista serbio Novak Djokovic, quien se resistió a la vacunación. Ningún individuo, humilde o famoso debe estar por encima de la ley. Gran inspiración para México.
En pocos días tendremos noticias si fue una buena o mala decisión celebrar nuestra amada feria anual.