En el momento que escribo estas líneas, el viento de superficie en el Mar del Norte, al Este de Escocia, tiene una velocidad de 24 nudos (44 km por hora). Es una noche tranquila. En ese mar, el Reino Unido decidió instalar su futuro eléctrico.

El gobierno puso en subasta la concesión para explotar esa energía renovable. Con la evolución tecnológica de las turbinas flotantes en mar abierto y las tradicionales ancladas en costas no profundas esperan establecer una capacidad de 25 gigawatts.

Los escoceses tienen fama de codos, por eso son una fuente inagotable de recursos para el Reino Unido así que pusieron manos a la obra y metas en un plan. Para el 2050 tienen el objetivo de ser neutros en emisión de carbón.

Los escoceses saben muchas cosas: destilar el mejor whisky del mundo o estampar tejidos tartán de rayas multicolores sin fin. Pero los funcionarios también saben que no son expertos en producir energía eólica. En cambio hay empresas que avanzan a pasos gigantes. Shell, BP e Iberdrola (Scottish Power) compitieron para obtener los derechos del viento.

Según el Financial Times, la española Iberdrola “fue la más exitosa, asegurando derechos para tres proyectos con una capacidad total de 7GW”. Hubo otras empresas, italianas y alemanas que también ganaron con los proyectos marítimos.

El gobierno escocés recibirá £700 millones, (unos 19 mil millones de pesos) en derechos, además detonará una inversión que al final del período valdría £50 mil millones, el equivalente a 1.7 veces toda la inversión privada de energía en México. Con la participación y competencia de empresas multinacionales, crearán riqueza del viento (from thin air). Energía inagotable que dará empleo a decenas de miles y transformará a Inglaterra en un líder en renovables.

Mientras eso sucede en el primer mundo, en México, Manuel Bartlett chilla porque las empresas privadas extranjeras y nacionales abaratan el precio de la electricidad, ganan dinero e invierten en energías limpias y ayudan a que el país no se apague. La última barbaridad es darle un palo más a Iberdrola en la planta de Pesquería en Nuevo León al no renovarle los contratos de producción para la CFE.

En el Congreso, al viejo dinosaurio sólo le falta decir que los muy malvados empresarios le están robando el sol y el viento al país. Quisiera mandar en nuestros techos solares, o en los modernos aerogeneradores que surgen por todo el país como oportunidad de crear un futuro limpio para todos.

La Ventosa es una zona del Istmo en Oaxaca donde los vientos dominantes son propicios para generar energía. Al terminar esta columna, la velocidad del viento es de 13 nudos (21 kms/h), suficientes para arrancar las turbinas. Pero hay horarios en que la velocidad es del doble o el triple y podrían instalarse suficientes generadores para alimentar parte de la Zona Metropolitana de la CDMX.

El Gobierno federal podría subastar gigawatts por todo el país y otorgar un precio base de compra como lo hace Escocia. En poco tiempo tendríamos mayor producción de energía limpia, dependeremos menos del carbón y el combustóleo y además iríamos de la mano con el mundo moderno hacia el equilibrio o neutralidad en emisiones nocivas. Pero nada dice el viejo Bartlett porque aún cree que debemos estar bajo la suela de sus zapatos. Porque piensa que la CFE es viable como paraestatal cuando pierde y pierde, no por los empresarios productivos, sino por su pésima administración.

 

*Con los modernos satélites y anemómetros digitales conectados a Internet podemos ver la velocidad del viento en cualquier parte del planeta. (Weather.com)

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