En el mostrador de la caja de la librería vi la última edición del Reader”s Digest. El número de aniversario de Febrero del 2022. Cien años, un siglo de resumir, sintetizar y explorar información útil e interesante en un formato cómodo, manual. Un aluvión de recuerdos llegó de inmediato a la memoria. Lo compré de inmediato.

A casa llegaba la suscripción hace más de medio siglo. Era una lectura fácil y amena para toda la familia. El abuelo tenía una colección de viejas revistas. De los años 50 y 60. De niño siempre buscaba historias de sucesos de la aviación y leía chistes blancos, anécdotas increíbles de héroes de la vida real o aventuras de exploradores. En su portada, Selecciones anunciaba su circulación mundial de 28 millones de ejemplares, imposible de olvidarlo.

De Witt Wallace comenzó su “startup” en el sótano de una casa en el barrio de Greenwich Village en Nueva York. Suscrito a muchas publicaciones, comenzó a sintetizar sus contenidos más interesantes para publicarlos en su “pequeña revista”. Tomados del Atlantic, del Saturday Evening Post, Harper”s y de periódicos o publicaciones especializadas de medicina, Wallace y su esposa Lila Acheson, reunían en pequeños sobres sus resúmenes. Eran lo que hoy se dice, “curadores” de contenidos.

En un trabajo arduo y descomunal, promovieron a través del correo su publicación que pronto llegó a 5 mil suscriptores. Nació en 1922 un gigante de la cultura norteamericana y un enorme negocio editorial. Con el tiempo ampliaron su catálogo de productos a libros condensados, discos y manuales. Recuerdo que una de las primeras narraciones que leí fue “En busca de aventuras”, de Winston Churchill, sobre sus andanzas militares de juventud en la guerra de los Boers en Sudáfrica. 

La crítica literaria desdeñaba la publicación como un invento que desvirtuaba la potencia de una novela completa o un artículo científico a profundidad. Era lectura “light” según la élite de las letras. Sin embargo, el estilo directo, sencillo y bien condensado, logró cientos de millones de lectores en todo el mundo. Descargaba de la mente del lector oraciones largas, palabras complejas y frases subordinadas dentro de más frases subordinadas. En una prueba que hizo en los años 50 el especialista Robert Gunning, descubrió que no había lectura más fácil que Selecciones. 

En claridad la revista tiene un 10 mientras el común de las publicaciones tiene un 5 o 6, incluyendo esta columna. Pero hay otros atributos más profundos en su contenido, patrones editoriales que la marcaron para el gusto o disgusto de los pro norteamericanos o el mundo comunista. Sus enemigos la llamaban instrumento de invasión cultural del imperio yanqui. Sus lectores advertían su tono anticomunista y una radical defensa de la democracia y la libertad. Muchos artículos relatan los horrores de escapes del Berlín amurallado o el Gulag Ruso. Siempre había contenido que ensalzaba la ideología occidental y advertía del peligro de los regímenes detrás de la Cortina de Hierro o la URSS.

En Cuba estaba prohibida, y a los turistas que la llevaban se les decomisaba. Lo mismo pasaba en Rusia. Pero, ¿cómo puede una pequeña publicación ayudarnos en lo cotidiano?

Educaba sobre el cuerpo humano con una serie de artículos que ponían en primera persona los órganos del cuerpo. “Soy el corazón de Juan”, por ejemplo. En casi todos los números había y aún publican dietas para bajar de peso o consejos para enfrentar enfermedades leves. 

Pero su utilidad trascendió en temas que marcaron la vida de millones de lectores. Lo comentaré desde otra perspectiva. (Continuará)

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