Sessa, un indio drávida según cuenta la leyenda, mostró el juego de ajedrez que había inventado al gobernante de su país, el cual quedó muy complacido por la invención y le ofreció un premio por el mismo. Nuestro protagonista que era muy sabio, pidió como recompensa que por el primer cuadro del tablero de ajedrez le dieran un grano de trigo, dos por el segundo, cuatro por el tercero y así sucesivamente duplicando la cantidad cada vez. El mandatario aceptó la oferta del inventor y dio la orden de contar y entregar el trigo correspondiente. Empero, cuando el tesorero tardó más de una semana en calcular la cantidad de trigo, el gobernante pidió una explicación de la tardanza. El tesorero, muy preocupado, le dio el resultado del cálculo y explicó que ni todos los activos del reino podrían solventar la recompensa al inventor, terminando la historia con Sessa convertido en el nuevo rey como única forma de pago posible. En términos aritméticos, la cantidad equivale a poco más de nueve trillones de granos de trigo y es una demostración práctica de lo rápido que aumentan las series exponenciales.
Pues bien, existe un concepto denominado como la “Ley de Aceleración de Devoluciones”, la cual explica que los sistemas que están en evolución constante, como son los de tecnologías de información (caso particular el de la inteligencia artificial) sufren cambios y desarrollo exponenciales. Lo anterior ocurre porque una generación de tecnología se construye sobre la anterior y acelera esos “retornos” o “ganancias” de las generaciones pasadas.
Podemos tomar como ejemplos la capacidades de banda ancha y velocidad de internet, la memoria de los equipos de cómputo, las atribuciones de los dispositivos móviles, entre otros. Esta ley, concebida por el multifacético científico Ray Kurzweil, establece que las tecnologías de la información están en un crecimiento exponencial y esto representa un desafío para nuestros cerebros (que gustan de sistemas lineares y tranquilos).
Este concepto, en el que las sociedades más avanzadas y su ciencia y tecnología progresan a un ritmo más rápido que otras menos desarrolladas, es algo importante a tomar en consideración para que no nos tome por sorpresa.
Ahora bien, ¿y qué tiene que ver esto con los sistemas de salud y la práctica de la medicina?
La inteligencia artificial está cambiando el ambiente médico y es muy probable que además de desafanar a los médicos del conocimiento basado en la memoria, afectará su entrenamiento y relación con los pacientes. Con esta “nueva” tecnología, las decisiones basadas en esquemas tradicionales de pensamiento quedarán completamente obsoletas y los médicos que ahora lidian con multitud de información, datos, estadísticas y otros conocimientos de ciencias médicas (que cada día se vuelven más difíciles de interpretar y dominar) poseerán esta herramienta de inteligencia artificial, que es y será capaz de inferir y tomar decisiones en circunstancias poco predecibles, tomando en consideración (en tiempo ínfimo) contextos y condiciones particulares de cada paciente, así como sus interacciones (peso, género, metabolismo y excreción de fármacos, comorbilidades, alergias, entre otros) lo que obligará a los médicos y otros profesionales de la salud a orientarse para obtener una nueva serie de capacidades y competencias que les sean de más provecho en la denominada era del “post-conocimiento”.
Los estudiantes de medicina (pregrado y posgrado) deben ya jugar un rol en este tipo de entrenamiento. La educación debe orientarse a que el paciente sea el centro de atención y proporcionar a estos sujetos las habilidades de explorar e interpretar en mayor medida, determinantes de salud como son las estructuras socioeconómicas, estatus psicológico del paciente, temporalidad óptima en decisiones diagnósticas y clínicas, acceso a los servicios de salud, transporte, nutrición, complejidad de padecimientos y su impacto en el estilo de vida, apelando cada día a una mayor empatía con el paciente, todo ello mientras se vuelven expertos en el manejo, operación e interpretación de la información que proporcionan estos nuevos instrumentos.
Estamos frente al concepto de “automatización centrada en el humano” y desafortunadamente (al menos en nuestro país) vamos con retraso sustancial para afrontar esta nueva realidad. Es importante apostar a este nuevo esquema de trabajo, de cómo hacer ciencia y de afrontar el ejercicio médico. Un reto en el que como gremio y población debemos participar de manera activa y quienes estamos al frente de tutorías o adiestramientos, es menester el tratar de exponer e implementar estos nuevos esquemas de pensamiento. Trabajemos en ello.