Dicen que una foto vale más que mil palabras, podemos añadir que una gráfica con dos líneas pueden mostrar la tragedia de los “no vacunas” al finalizar 2021. El periódico que más cobertura ha dado a la epidemia es el The New York Times. Tiene cientos de periodistas, corresponsales y analistas mirando cada paso del COVID-19 y sus variantes entre la población mundial.
En su edición digital muestra dos líneas sencillas de mortandad. A partir de la inmunización en los Estados Unidos la posibilidad de fallecer por la infección es 20 veces mayor para los no vacunados. Hace unas semanas era sólamente 11 veces. Las curvas se han separado al paso de los días.
Diego Verdaguer falleció después de más de un mes en un hospital de Los Ángeles. El adorado cantante de baladas románticas tenía una guerra contra la vacuna. No leímos o escuchamos que hubiese estado inoculado, pero los registros de sus comentarios a mediados del año pasado lo ubican del lado de los creyentes en conspiraciones y otras teorías falsas.
¿Qué pasa por la mente de los millones de personas con fobia a la inoculación? Verdaguer, el tenista Novak Djokovic y Meat Loaf son o fueron del grupo social con posibilidades económicas para educarse, viajar y aprender de su entorno. No obstante, creyeron en ideas sin fundamento científico de conspiraciones, afectaciones imaginarias y noticias falsas. Son víctimas de una enfermedad que no respeta posición económica, grado de estudios o exposición al mundo de hoy: se llama ignorancia “supina”, la de aquellos que están en posibilidades de saber pero no tienen la voluntad de hacerlo.
El problema trasciende la frontera de la libertad individual. En Francia y otros países europeos ponen restricciones de movimiento y participación laboral a los negacionistas. En China los encierran en su casa y pueden meterlos a la cárcel. En Singapur a quien no lleve cubrebocas lo encarcelan 6 meses y lo multan con 10 mil dólares. Quien no se protege daña a los demás y rompe con el cerco sanitario necesario para evitar o al menos disminuir la velocidad de la infección.
En Guanajuato hay medio millón de personas mayores a los 40 años que no están vacunadas. Entre el 8 y el 9% de la población. Son una amenaza para ellos mismos y para todos. El precio de dos o tres vacunas es nada comparado con el costo de una hospitalización. Más grave es el daño familiar y social antes de que llegue la famosa inmunidad comunitaria. La partida de Verdaguer y Meat Loaf son una muestra dolorosa.
Los gobiernos federal, estatal y municipal deberían invertir su tiempo en la radio y recursos en todos los medios para mostrar y demostrar que las vacunas son seguras, indispensables y verdaderas aliadas de nuestra libertad y no al revés. Además deberían restringir el acceso a lugares públicos como las escuelas, oficinas públicas y las empresas a quienes son vectores abiertos de la enfermedad. El buen ejemplo lo puso Australia con la exclusión del campeón de tenis.
La frontera de nuestra libertad y derechos terminan cuando dañan a la colectividad. Nadie objeta que pasar un semáforo en rojo es una falta porque podemos matar a alguien. Andar por el mundo sin inmunizar es igual o peor porque no hay luz roja que nos alerte: podemos matar a muchos.
Tenemos que poner en semáforo rojo a quienes no se vacunen porque atropellan, lesionan y matan sin siquiera darse cuenta que lo hacen. Todo por creencias absurdas o ignorancia supina.