La relación de los políticos con los bienes raíces cobra nuevo impulso gracias a Vicente Fox, siempre dispuesto a contribuir a la picaresca nacional. Antes de llegar al tema, repasemos ciertas cosas.

Los gobiernos emanados de la Revolución pecaron de avidez inmobiliaria y sus protagonistas fueron comparados con el más popular de nuestros condimentos: “como al chile, cada vez se les encuentran más propiedades”.

Impulsor del “gobierno del cambio”, Fox no confundió lo público con lo privado, pero confundió la propaganda con la realidad. Como gerente de la Coca-Cola descubrió las ventajas de ofrecer veneno dulce y prometió sin fundamento que México sería distinto. Enjundioso y carismático, se puso sus botas matavíboras para patear un ataúd con las siglas del Partido Oficial, abrazó a la gente con sus manos patriarcales y se convirtió en un fenómeno de inusual fotogenia. Era capaz de verse bien de esmoquin y con sombrero vaquero. Ningún otro candidato ha lucido tan natural en un columpio, un caballo, un subibaja, un tractor, un cebú o una bicicleta. No había forma de perjudicarlo con fotografías.

Su lenguaje llano y su heterodoxia ideológica (por llamarle de algún modo) lo volvieron simpático para millones de personas diferentes. En el canónico año 2000 logró el milagro de “sacar al buey de la barranca”: el PRI conoció el sabor de la derrota.

Con un respaldo inédito, Fox podía transformar el país. Tenía excelentes colaboradores, pero debía negociar con la oposición en el Congreso. Se esperaba que la persona que logró un amplio consenso para llegar al poder también construyera consensos para gobernarlo. Sabemos lo ocurrido: Fox capituló ante las dificultades de la vida real, consideró que su papel histórico se había cumplido al despojar de la silla presidencial al PRI, y nadó de muertito. Como la reina de Inglaterra, se convirtió en una figura representativa que destacaba por la variedad de sus sombreros.

Cito un pasaje del texto con el que prologué los dibujos de Rogelio Naranjo en el libro Me van a extrañar: “El folclórico estilo de gobernar de Vicente Fox hizo que pasáramos de la dictadura perfecta a la caricatura perfecta. En seis años se las arregló para decir que las mujeres eran ‘lavadoras con patas’, ofendió a los negros y a los chinos, se olvidó de capturar a las tepocatas, las víboras prietas y otras alimañas de las que mucho previno cuando era candidato, no resolvió el conflicto de Chiapas en sus anunciados 15 minutos, inventó al escritor José Luis Borgues, […] le dijo a Fidel Castro: ‘comes y te vas’, apoyó un absurdo proceso de desafuero contra el candidato de la izquierda […] proclamó al conservador Aznar presidente de la ‘república’ española, felicitó a la selección mexicana por su derrota ante Argentina y le pidió que siguiera por el mismo rumbo, vetó la ley del libro aprobada por unanimidad en el Senado […] Refractario al examen de conciencia, se retorció el bigote para decir: ‘Me van a extrañar'”.

No podemos extrañar a Fox porque su actividad principal era el ridículo, que no ha dejado de ejercer. Le gusta citar al “colombiano” Vargas Llosa y se queja de su pobreza: “No tengo ni para comer”.

Es encomiable que un ex presidente se gane la vida. Fox podía asumir tareas comunes (incluida la venta de botas de piel de avestruz, que en su caso sería normal), pero no es lo suyo. En 2019 anunció que sembraría marihuana, lo cual no sería cuestionable si hubiera tenido otra postura ante las drogas durante su mandato; a principios de 2020 fue multado por rentar su rancho para una boda en plena pandemia, y poco después se unió a una plataforma para cantar “Happy Birthday” y “Las mañanitas” por cinco mil pesos (esto parecía una calumnia de la oposición, pero Fox es su propia oposición).

Ahora, se ha convertido en el primer ex presidente en rentar su casa en internet. El rancho de San Cristóbal se anunció en Airbnb por 202 mil 300 pesos la noche en un país donde la pobreza abarca al 40% de la población. Posteriormente, el dueño dijo que no trabajaba con esa plataforma y que el costo real era de 2300 pesos por habitación (estancia mínima de tres noches). La promoción inicial incluía una comida con el anfitrión: Fox se alquilaba a sí mismo.

La estancia también da acceso a la Biblioteca Presidencial, donde acaso se encuentre un ejemplar de José Luis Borgues y otro del colombiano Vargas Llosa.

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