Dos ejércitos están en guerra, y no me refiero a Rusia y Ucrania, sino a un grupo de la sociedad civil y al Presidente de la República. Todo comenzó con la noticia bomba de la ahora llamada “Casa Gris” en la que vivió José Ramón López Beltrán en Houston. 

El conflicto lleva 20 días en los que la artillería y los obuses aumentan día con día, hora tras hora. El campo de batalla son los medios y el arma es la información. Es un combate inusitado que nunca hubiera sucedido sin el poder de las redes sociales y una estación de radio independiente, W Radio, la más antigua de México. 

El viernes pasado estalló Twitter con la primera metralla de Palacio y los supuestos ingresos de 35 millones de Carlos Loret de Mola. La respuesta fue un contundente obús de 400 mil ciudadanos pegados a la red apoyando al periodista con el #TodosSomosLoret. Luego siguió un bombardeo de tuiteros que hizo tendencia el nombre de José Ramón López Beltrán, repetido hasta llegar a 200 mil tuits. 

Ante la andanada digital, el hijo del Presidente hizo público que trabajaba como abogado asesor de una empresa norteamericana inmobiliaria de la familia Chávez, propietaria de Vidanta. Era su decisión vivir en EU y pedía respeto. El contraataque vino de inmediato acusando otro tráfico de influencias con el empresario Daniel Chávez, cercano promotor del Tren Maya y otros proyectos como el desarrollo probable de las Islas Marías. Desde Palacio volvieron a apuntar el cañón mañanero acusando a Loret de “golpista” y servidor de la antigua “mafia del poder”. 

Ayer, el Presidente volvió a la carga y pidió al INAI que le pasara la información de ingresos de Loret, algo que sabe es ilegal pero puede ayudarlo a mantener la narrativa de que el INAI es otra de las instituciones indeseables.

En Twitter y en Youtube no cesaron los tiros de cientos de ciudadanos que soltaron otra bomba. Presuntamente la mayor parte del contenido del folleto digital de la empresa de Chávez, Royal Pines, fue plagiada a restaurantes, bares y decoraciones de varias partes del mundo. Una tuitera nerd “Moony Moon” descubrió a través de Google los sitios plagiados. Alguien había construido la página “fast track” para presentar un proyecto inmobiliario de Kei Partners en Texas. Pero no todo quedó ahí. Un reportero de Telemundo había visitado las presuntas oficinas de la empresa en Houston y no las encontró.

En los llamados “metadatos” de los documentos de Word enviados por José Ramón López Beltrán y Carolyn Adams, aparecía como licenciataria del programa una empresa española que produce paneles solares y presuntamente tiene negocios con nuestro gobierno. No terminaba el día cuando Alfredo Jalife, un viejo apoyador de López Obrador, dijo que podía probar que Loret tenía propiedades por 20 millones de dólares en EU y gentilmente daría los datos a su amigo AMLO. Por la mañanera un reportero a modo, preguntó por presuntos contratos de la esposa de Loret,  Berenice Yaber Coronado, por casi 500 millones de pesos con el anterior gobierno. Loret lo desmintió de inmediato. El viejo dicho de que la primera víctima de una guerra es la verdad se cumplió en los últimos días. La guerra siguió ahora en EU, donde Loret consiguió el apoyo del periódico The Washington Post, donde escribe y es bien vista su lucha periodística. 

Siempre creímos que una guerra contra un presidente de estilo autoritario estaba perdida en México desde el inicio. El Gobierno tiene demasiadas armas y millones de soldados en sus seguidores, es un presidente popular; tiene instituciones como Hacienda, Gobernación y hasta un ejército en la burocracia para desgraciarle la vida a cualquier opositor. Julio Scherer, el gran hombre que se enfrentó a Luis Echeverría, terminó fuera de Excélsior, el medio más influyente de los setentas. 

No sabemos qué sigue. Son demasiados frentes y demasiado poder, que, al final del día debe tener límites para evitar confrontaciones que vayan más allá de las palabras.

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