Una ciudadana de Moscú dijo a la televisión, “no comprendo por qué peleamos entre hermanos”. Las manifestaciones en contra de la guerra se extendieron a varias ciudades. El Gobierno las prohibió y detuvo a manifestantes. En San Petersburgo un manifestante vio la situación de su país semejante a la de Estados Unidos con Vietnam.

La idea de una rebelión pacífica dentro de Rusia es uno de los ángulos que debió contemplar Vladimir Putin cuando hizo el cálculo de invadir Ucrania. También tuvo que presentar a su círculo cercano el daño que recibiría su país con las sanciones de Occidente. Joe Biden expuso la serie de complicaciones en las que meterán a su adversario y el sufrimiento eventual de los rusos en su nivel de vida. Cuentas congeladas de los cleptócratas, cero transacciones en dólares y el desprecio de dos terceras partes de la humanidad por atacar a un país vecino que lleva 30 años de independencia.

Hay mil ángulos en el conflicto según los expertos, pero una sola pregunta: ¿qué nos pasará?, ¿qué nos depara el futuro?

Europa puede quedarse sin gas y con petróleo encarecido; Estados Unidos tendrá una mayor inflación a la actual que es insostenible; a México le llegará el coletazo aunque una postura digna y sólida en la reunión del Consejo de Seguridad de la ONU nos une al mundo. Marcelo Ebrard y Juan Ramón de la Fuente son sensatos.

Al igual que en el comienzo de la pandemia, no tenemos idea de la duración y las consecuencias del conflicto. Puede crecer la hambruna por la falta de comercio de granos tanto de Rusia como de Ucrania y puede comprometerse la incipiente recuperación económica mundial.

En México, la centralización del poder al estilo autocrático sufrirá un descalabro, y entre los bienes que pueden llegar de los muchos males de la guerra, podría estar el fortalecimiento de nuestra democracia y sus instituciones.

Ucrania no resistirá mucho. En una semana o dos -si no es que antes- Rusia tomará el control de su vecino. Putin marcará su dominio con un gobierno mascota como lo hizo en Bielorusia. Esa es su apuesta inmediata: un blitz para luego sentarse a negociar con Europa. El interés es dividir a la OTAN con su poderío energético mientras Joe Biden promete un bloque sólido de represalias económicas.

Rusia logró la anexión de Crimea en 2014 sin violencia pero la guerra con Ucrania -entre hermanos- por más corta que sea, dejará heridas profundas que marcarán el futuro de Europa. El resultado final no puede ser la impunidad de un dictador frente a las democracias, de un cleptócrata frente a un mundo civilizado y desarrollado. Las imágenes del sufrimiento en los túneles del metro de Kiev; las largas colas de autos que huyen del país hacia Occidente, no podrán olvidarse. 

La mayoría de los países apoya a Ucrania. Su común denominador es la democracia porque las naciones plurales no van a la guerra a menos que sufran un ataque como sucedió en la Segunda Guerra Mundial. Al paso de los días veremos con toda claridad la desgraciada aventura rusa. Seremos testigos del esfuerzo mundial por meter a Putin en un laberinto sin salida.

En el mundo de las carambolas políticas y sus efectos, el ataque ruso puede cambiar nuestro destino en el 2024. Algo que nadie contempló siquiera la semana pasada. 

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