La pandemia por COVID-19 ha representado un reto mayúsculo y ha sido un generador de cambios para los estados, gobiernos, los sectores público y privado y ha afectado a nivel colectivo e individual. El impacto social y económico aún sigue activo y falta tiempo para dimensionarlo de manera integral.
Durante este tiempo, a pesar de ser una situación emergente, las actuaciones de los gobiernos y otros entes responsables del diseño e implementación de políticas públicas y mecanismos de acción para atender esta contingencia, debieron ser conducidas bajo la mayor prudencia y responsabilidad posibles. De igual manera, incluso en situaciones extraordinarias, la rendición de cuentas sobre decisiones y acciones es y será un ejercicio ineludible.
Por una parte, se habrá de efectuar la fiscalización de la disposición de recursos necesarios para la atención de esta contingencia sanitaria y se establecerá si fueron administrados con eficacia, eficiencia, economía, transparencia y honradez, bajo el contexto de los objetivos para los que fueron destinados.
Ahora bien, se presentarán otro tipo de juicios y evaluaciones de actuación y esto concierne a la implementación, distribución y aplicación de políticas públicas en salud, que afectaron de manera directa en el diagnóstico, tratamiento y pronóstico de los individuos y poblaciones. Vale la pena el comentario: esto será todo un tema y habrá polémica por la relación existente entre la emisión de órdenes y el apego a las mismas.
De manera general, las personas obedecen para recibir una recompensa, para evitar un castigo o porque consideran que las figuras de autoridad (cualesquiera que estas sean) piensan y actúan de manera correcta. De manera global, el miedo o la retribución son la causa de no hacer frente a figuras de autoridad que tienen un comportamiento inmoral (y vaya que en este contexto de contingencia hubo multitud de estos personajes). El miedo a ser reprendidos, despedidos u otro desenlace aún peor, hacen que nos alejemos de tomar la decisión de hacer lo correcto. Es más, la posibilidad incluso de ser ridiculizados por expresar una opinión contraria al status quo, es lo que nos conduce a no optar por un comportamiento moral y actuar de buena manera.
Este comentario va en relación al tema reciente del uso de Ivermectina en diversas instituciones sanitarias (que incluso fue continuado hasta hace algunas semanas en algunos centros hospitalarios) sin tener evidencia de seguridad y efectividad sobre su uso y sin dar el aviso y colectar el correspondiente consentimiento para su administración.
Si bien esta indicación aberrante de una alternativa terapéutica tuvo un origen centralizado en las más altas esferas del sector salud, fue replicada en sitio por diversas instituciones y centros hospitalarios y si bien los responsables originales de este diseño y promulgación de decisiones y acciones deberán ser sometidos a escrutinio y se les asignarán o deslindarán responsabilidades y culpas, la puesta en operatividad replicada por diversos entes en diferentes niveles de atención, es motivo también de consideración.
Esta situación trajo a mi mente la “Defensa Nuremberg”, que apelaba a que los imputados estaban solamente “siguiendo órdenes” o apegándose a la “obediencia debida”, es decir, el famoso “befehl ist befehl” por su origen germánico, que significa “órdenes son órdenes”
De lo anterior me surge una pregunta: ¿cuál es el papel que jugaron los altos directivos, entre ellos secretarios de salud, delegados estatales, directores generales de hospitales, directores médicos, directores administrativos, coordinadores de epidemiología u otros altos directivos de unidades médicas u hospitales, que sin esta evidencia de efectividad o seguridad de estos medicamentos (entre otros que seguramente aparecerán más adelante) no solamente continuaron con su administración, sino que no interpelaron esas indicaciones de las autoridades centrales?, ¿fue una situación de omisión?, ¿no hubo capacidad de detectar esta anomalía? y ¿habría algún tipo de consecuencia para estos entes o apela el “Befehl ist Befehl”?.
Este es un tema de muchísima complejidad, que al igual que otros relacionados a esta emergencia sanitaria será sujeta a evaluación y fiscalización y que valdrá la pena ir atendiendo para poder hacerlo transparente y dar garantía de que actitudes, comportamientos y actividades de potencial corrupción (en todas sus formas) no queden impunes y no vuelvan a repetirse. Está llegando la hora y todos aquellos que jugamos un papel en este escenario, habremos de poner nuestras barbas a remojar.