El periódico El Siglo de Torreón cumple cien años de servir a la Comarca Lagunera. Pocos diarios logran esa marca y sólo unas cuantas empresas pueden sobrevivir tanto. La empresa fundada por Antonio de Juambelz y Bracho, justo pasada la Revolución, sigue adelante con la misma fórmula con la que comenzó: periodismo independiente, servicio a la comunidad y pluralidad en sus páginas. 

Cuando escuchamos que miles de jóvenes quieren iniciar una aventura empresarial ahora llamada “startup”, imaginamos que la vida del emprendedor cambió mucho desde 1922. La tecnología como herramienta facilita las cosas, las fuentes de financiamiento ofrecen oportunidades que antes no eran fáciles de conseguir, pero el espíritu de crear no cambia mucho cuando hay un propósito claro con una estrategia definida. El Siglo cumplió también con algunas prácticas administrativas que permitieron su permanencia a pesar de todos los cambios políticos y sociales: poca o ninguna deuda, un balance sólido con reservas para enfrentar malos tiempos y, sobre todo para garantizar su independencia ante la eventualidad de un embate gubernamental. 

Lo clásico en la dirección de El Siglo fue la conducción familiar. Una empresa donde prevalece el propósito original con una terquedad que seguro le permitirá enfrentar el reto futuro de escribir, editar, filmar, grabar y publicar en la multiplicidad de plataformas digitales y en el papel impreso. 

En México, muchos periódicos han sucumbido ante la tentación del poder político, los propósitos de obtener beneficios ajenos al oficio de publicar la verdad o buscar el apoyo a causas partidistas. Podría mencionar al menos una docena de casos alrededor nuestro, pero no hay que hacerlo, porque, bajo la enseñanza de valores de Don Antonio de Juambelz, el periodismo requiere de una buena dosis de humildad. 

El Siglo, como otras empresas centenarias, deben ser estudiadas como casos especiales en los cursos de administración. Miles de jóvenes emprendedores sueñan con crear algo que llegue a ser en poco tiempo un “unicornio” o un negocio que logre un valor de mercado de mil millones de dólares o más. Es una aspiración loable y legítima, pero también lo es crear empresas que se conviertan en instituciones que trasciendan generaciones al servicio de su comunidad. 

El Siglo anida en su hemeroteca la historia de Coahuila y Durango. El primer borrador escrito desde 1922. Una mina de enseñanzas, desde que llegó el algodón a la comarca, pasando por la cuenca lechera y el inicio de su industrialización. Qué decir de uno de los periódicos con el mayor registro de la vida social y política en el país. 

Un buen medio de comunicación impreso entra en simbiosis con su comunidad y forma parte de la cultura y el alma colectiva. El carácter y personalidad de quienes escriben está influenciado por su circunstancia local, que a la vez influye en sus audiencias y lectores. 

Cuando le preguntaron a Carlos Slim por qué invertía en el The New York Times si el diario pasaba por una mala racha, el empresario contestó que estaba en el negocio “de las noticias” (news) y no del papel (paper). El tiempo le dio la razón, hoy el diario neoyorquino marca la pauta en el mundo digital, donde tiene más lectores que nunca en su historia. Lo mismo sucederá con El Siglo y con los medios que quieran seguir en la modernidad manteniendo lo clásico de sus principios. Buscar la verdad en la noticia; trabajar con integridad periodística; buscar la innovación en la narrativa audiovisual y escrita; encontrar nuevos lazos de unión con las nuevas generaciones. Una gran aspiración.

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