La diplomacia mexicana con las relaciones entre México y España va en dos carriles; con Ucrania hoy son un desastre. Marcelo Ebrard sonríe en una foto con el ministro de Relaciones Exteriores, José Manuel Albares. La tradicional calidez de una magnífica amistad brota en sus rostros mientras el Presidente en su mañanera insiste en hacer una “pausa” con la Madre Patria. O Marcelo Ebrard no le hace caso a López Obrador o el Presidente quiere practicar un pugilismo ideológico inútil.

Lo mismo sucede con la tragedia de Ucrania: en la ONU, el representante Dr. Juan Ramón de la Fuente, condena la invasión de Rusia a Ucrania, como lo hicieron 145 naciones, mientras en Palacio dan la bienvenida a la proscrita aerolínea rusa Aeroflot. La neutralidad oficial puede ser una aventura política que a la larga costará mucho al país. Mientras Europa, Canadá  y Estados Unidos rompen, bloquean y están en guerra económica con Rusia, aquí el Gobierno parece presenciar un duelo en lugar de una invasión. Ni siquiera nos damos cuenta de las atrocidades y crímenes que comete Vladimir Putin.

Moralmente estamos derrotados al no tomar una posición humanitaria frente a lo que vemos todos los días: familias asesinadas, bombardeo indiscriminado de civiles, hospitales destruidos, centros comerciales convertidos en ruinas y edificios de departamentos derribados en toda Ucrania.

Ninguna palabra de empatía y compasión para las víctimas; puertas abiertas para el comercio con Rusia. Un divorcio de la realidad y del sentimiento que experimenta la nación de repulsa a Putin y sus crímenes de guerra.

Mientras todos los países ofrecen refugio a las familias ucranianas, en México la preocupación fundamental son los medios de comunicación. Que si somos conservadores, que si estamos confabulados en un “golpe suave” a la 4T y al proyecto de transformación. Mientras el mundo se acerca al abismo de un conflicto europeo no visto desde 1945, México vive ajeno al trabajo de Occidente por frenar la locura de Putin.

La neutralidad ante la atrocidad suena a traición a nuestros socios de Norteamérica, Estados Unidos y Canadá. No se puede divorciar la relación económica con el T-MEC de nuestro destino inmediato. Cierto que no tenemos armas modernas para enviar a Ucrania pero nada cuesta la solidaridad de acoger a miles de refugiados.

En nuestra historia destaca la gran recepción que dimos a los refugiados españoles después de la Guerra Civil. Alguna vez comenté que AM es fruto directo del intelecto de un gran periodista español republicano, Don Vicente Lascurain.

Pero no vayamos tan lejos, hay centroamericanos que son bien acogidos en la última diáspora bloqueada por Trump. En su intento de llegar a Estados Unidos, muchos permanecen en el país. Contra lo que se cree, México puede absorber a cientos de miles de ucranianos, centroamericanos y desplazados de muchos países.

Debemos creer también que al final triunfará Ucrania y perderá el criminal invasor. La neutralidad es imposible de soportar ante lo que sucede frente a nuestros ojos. Si la guerra termina pronto y no corregimos, quedamos del lado equivocado de la historia. Si la masacre continúa por varios meses y hay una escalada bélica en Europa, tendremos que definir nuestra posición.

Ebrard sabe que la neutralidad es negar una realidad y contiene un gran riesgo para nuestro futuro. Por el momento Estados Unidos está muy ocupado enfrentando la guerra y sus consecuencias económicas: inflación, desabasto, pérdidas financieras y la necesidad de apoyar con 13 mil millones de dólares a Ucrania. Lo de España no representa un conflicto mayor, sin embargo mantenernos al margen de la bestialidad de Rusia y comerciar con el agresor, costará mucho en poco tiempo.

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