Jorge Luis Borges es considerado el más grande escritor de la lengua española del siglo pasado. Su extraordinaria obra literaria plenamente justifica esta afirmación. A lo largo de su vida concedió innumerables entrevistas y en una de ellas famosamente afirmó el título de este artículo.

Es importante reconocer que en todos sentidos Borges fue un argentino sui géneris; no le gustaba Gardel, ni el tango, tampoco admiraba al Che, ni a Perón, ni las parrilladas, ni el futbol, ni muchas otras cosas típicas argentinas. En realidad, se debe de reconocer que Borges más que argentino fue un ciudadano del mundo, un cosmopolita.

Lamentablemente es triste constatar que hay cierta verdad en la anterior afirmación de Borges, los hechos vergonzosos ocurridos recientemente en el estadio de futbol de Querétaro lo corroboran.  Recordemos que solamente las olimpiadas y los campeonatos mundiales de futbol han tradicionalmente hermanado al mundo uniéndolo en paz en un sano espíritu deportivo-fraterno.  Es una pena que este espíritu se destruya debido a la estupidez y fanatismo de unos cuantos.

A lo largo de la historia han ocurrido muchas tragedias en estadios de futbol, pero se debe de distinguir entre aquellas que fueron verdaderos accidentes -fuera del control y alcance humano- y aquellas en que las porras y los aficionados fueron los responsables.  Un ejemplo del primer tipo es el ocurrido el 11 febrero de 1974 en El Cairo, en Egipto. En el estadio Zamalek de El Cairo, fallecen 48 espectadores y medio centenar más resultan heridos al hundirse una tribuna. Otro ejemplo similar y anterior fue el ocurrido el 5 abril de 1902 en Ibrox Park en Glasgow, Escocia, producido tras el colapso de una grada en el estadio de los Rangers. El resultado fue de 25 muertos y 517 heridos.

Actualmente los grandes estadios del mundo cuentan para su diseño y construcción con mejores materiales y trabajo de ingeniería, ya no están hechos con gradas de madera ni tienen tribunas improvisadas, por tanto, casos semejantes a los dos mencionados son menos frecuentes.

Por otra parte, algunos ejemplos notables en donde el fanatismo de los aficionados ha sido el principal responsable son los siguientes: El 9 de marzo de 1946 en Bolton, Reino Unido, peleas multitudinarias provocaron la muerte de 44 personas y dejaron heridas a otras 500 en el Burden Park de Bolton. Esto tras un encuentro de Copa entre el Bolton Wanderers y el Stoke City.  

Otro caso lamentable fue el ocurrido el 6 de noviembre de 1955 en Nápoles en un encuentro contra el equipo de Bolonia, el cual dejó 152 muertos, incluidos 50 policías.  Otro caso dramático ocurrió el 24 de mayo de 1964 en el Estadio Nacional de Lima, en un partido Perú-Argentina. El saldo fue de 301 muertos.

Algunas tragedias pueden atribuirse no exclusivamente al fanatismo de los aficionados y a peleas entre ellos, sino también debido al diseño arquitectónico e insuficiencia de medidas de seguridad de los estadios para prepararlos para enfrentar situaciones de incendios o avalanchas humanas. 

En estos casos la mayoría de quienes fallecen lo hacen por asfixia.  Por ejemplo, el 23 junio de 1968, perecieron 71 personas -en su mayoría por asfixia- y otras 150 resultan heridas en Buenos Aires, en un partido entre el River Plate y el Boca Junior.  Por otra parte, el 20 octubre de 1982 en Moscú murieron 340 hinchas y otros 1,000 resultaron heridos tras una avalancha en el estadio Lenin de Moscú, durante el partido entre el Spartak moscovita y el Haarlem holandés.

La lista de tragedias en estadios de futbol es muy larga y podemos especular que estos acontecimientos están detrás de, o vinculados, a la afirmación de Borges. Ejemplos que a mí me tocó ver en vivo a través de noticieros en televisión fueron el del 11 mayo de 1985 en Bradford, Inglaterra, en donde murieron 53 personas y más de 200 resultaron heridas al incendiarse la tribuna principal del estadio británico de Bradford City, así como el del 29 mayo de 1985 en Bruselas, poco antes de la final de la Copa de Europa en el estadio Heysel, en donde 39 personas murieron y 117 resultaron heridas por enfrentamientos entre hinchas del Liverpool y el Juventus de Turín.

Una tragedia -en el límite de lo absurdo- ocurrió el 7 julio de 1990 en África, en el estadio somalí de Mogadiscio, cuando el público entró en pánico debido a los disparos de las armas de fuego de los guardaespaldas del presidente Mohamed Siad Barre cuando intentaban protegerle de los objetos lanzados por los espectadores. El resultado fue que, aparte de los balaceados, hubo 62 muertos y más de 200 heridos debido a la avalancha humana en pánico que se sucedió.

Para diversas actividades humanas se cuenta con bases de datos a partir de las cuales es posible determinar el riesgo de sufrir un accidente, por ejemplo, al volar en avión o saltar en paracaídas, al practicar equitación, buceo, o pasear en determinada ciudad del mundo. No sé si existen estadísticas que nos indiquen cuál es la probabilidad de sufrir un accidente al visitar estadios de futbol en el mundo. 

Me imagino que a nivel mundial estas estadísticas no deben de ser alarmantes, probablemente sean parecidas a las estadísticas mostrando la probabilidad de tener un accidente al viajar en un avión comercial. Esta probabilidad es en realidad muy pequeña, pero si se da un accidente, la probabilidad de muerte es muy alta.

Hago votos porque viva el futbol sano, que con civilidad, deportivamente y en paz hermana a los aficionados y a sus familias. Después de todo, uno puede morir por la patria, por la familia, o incluso por amor, pero morir o matar por un equipo de futbol, eso si es una verdadera estupidez.

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