En casi una premonición, el escritor francés Éric Vuillard publica en 2017 un libro llamado “El Orden del día”. En varias estampas, regresa al mundo que vivía Alemania antes de la Segunda Guerra entre 1933 y 1938. En ese “orden” estaba una aristocracia industrial que se montó en la expansión económica del nazismo. Gustav Krupp, el secretario de Karl von Siemens, Wilhelm von Opel y representantes de las empresas Bayer y BMW, entre otros, se reunían con el segundo de Hitler, Hermann Goering. Él repartiría tareas, pedía dinero y entregaba contratos para la expansión bélica a cambio de un apoyo incondicional al Tercer Reich.

Al igual que con Hitler, los llamados oligarcas rusos, tuvieron decenas de reuniones con Vladimir Putin para repartirse la riqueza y las tareas armamentistas de Rusia. Las fantásticas fortunas de los oligarcas sirvieron para demostrar al mundo lo que era la riqueza sin límites. Yates de 800 millones de dólares o equipos de futbol como el Chelsea, se convirtieron en la comidilla de la prensa internacional. Hoy sus bienes van a la congeladora en bancos y puertos europeos. 

El Führer no estaba solo, nunca lo estuvo, incluso hasta el final tuvo el apoyo del derrotado pueblo alemán. Cuando falleció ordenaron tocar la sinfonía número siete de Bruckner -como réquiem- en todos los altavoces públicos que servían para lanzar arengas y comunicados. Además de las hordas fanáticas alemanas y austriacas que seguían al líder a ciegas, había antisemitas criminales que el mismo día que comían en familia, asesinaban en las cámaras de gas a miles de seres humanos. 

Vuillard vuelve a la vida los momentos dramáticos antes de la guerra, incluída la ingenuidad de Neville Chamberlain y la agudeza de Winston Churchill. Alguien tendrá que escribir, después la historia de la trágica invasión a Ucrania y sus origen, gestado en la mente de un loco como Hitler. 

Aunque nos parezca sorprendente, en México hay rancios izquierdistas tan putrefactos que apoyan a Rusia y al criminal Putin. Gerardo Fernández Noroña, del PT, acusó al gobierno de Ucrania de ser “fascista”. El pobre tipo ni siquiera se da cuenta que la víctima es Ucrania, que ahí se han cometido crímenes contra la humanidad por parte de Putin y sus ejércitos; no se ha percatado que la Unión Soviética murió hace 32 años y con ella el funcionamiento de la ideología marxista-leninista. 

Los diputados de Morena, timoratos, pusilánimes y ciegos ante el dolor y el sufrimiento de Ucrania, se niegan a proclamar una rotunda condena a la invasión. El pueblo de México seguro quisiera abrir sus brazos a las mujeres y niños refugiados que ya no caben en Polonia, Moldavia o en Rumania. Los mismos rusos, que pueden, huyen de San Petersburgo a Finlandia ante lo que les espera de represión y miseria después de la guerra. 

Pero no se crea que solo en México la estupidez llega a esos límites. En Inglaterra, en universidades de alto nivel como las de Leeds y Edimburgo, hay propagandistas de Putin y maestros trasnochados que culpan a la Unión Europea y a Estados Unidos de la tragedia. 

En México, durante la Segunda Guerra, había muchos germanófilos que apoyaban a Hitler. No sabían lo que ocurría en Europa y sólo el horror del Holocausto vino a crear conciencia de por qué  formamos parte de los países aliados. Hoy no existe la excusa. Todos los días vemos y escuchamos los asesinatos de miles de civiles en Ucrania. El PT, Fernández Noroña y los radicales izquierdistas de Morena, tendrán que rendir cuentas de su infame ceguera.

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