Desde las familias a las amistades, pasando por los compañeros de trabajo, hasta la integración de sociedades enteras, los seres humanos de manera natural formamos grupos sociales, siendo esta una de las características propias de nuestra esencia.
De manera general, los grupos sociales son proveedores de un recurso básico para la supervivencia, el cual es la “sensación de pertenencia”, ya que el hecho de sentirse necesitado y deseado motiva al individuo. De igual manera, son mecanismos de perpetuar y transmitir información y cultura, así como diferentes valores y códigos que promueven lo aceptable y regulan lo no deseable respecto a comportamientos. Así mismo, los grupos permiten una comunicación más eficiente en el afán de satisfacer necesidades y esta comunicación previene también problemas como el aislamiento y depresión. El agruparse es también un sistema de soporte cuando surge una necesidad: los grupos identifican problemas y se unen para resolverlos con el afán de mejorar la calidad de vida de los integrantes.
Además, el ser humano aprende de los grupos en los que vive ya que los diferentes estilos de vida, incluso la cultura, son asimilados al vivir en sociedad con otras personas. Esto significa que la vida en comunidad es un elemento indispensable en los procesos de aprendizaje.
Pues bien, esto no es diferente al hablar de agrupaciones o sociedades clínicas que integran a todo tipo de profesionales (medicina, enfermería, profesionales de laboratorio, entre otros) las cuales si bien tuvieron un origen enfocado a compartir conocimientos, intercambiar pensamientos y resultados de investigaciones como actividad primaria, ahora se han extendido y ampliado como verdaderos pilares del ejercicio clínico, al ser organizaciones que buscan la consecución de la excelencia y bienestar de los integrantes en multitud de vertientes más allá de lo meramente científico. Bien orientadas, afectan de manera positiva las vidas y carreras de sus agremiados, además de mantener el avance en las ciencias médicas con una orientación de servicio a los pacientes.
Cuando un profesional clínico pertenece a una sociedad, asociación o colegio, es ahora parte de una red más amplia que le permitirá acceder a nuevas y mejores prácticas, avances, descubrimientos y ser partícipe del desarrollo y construcción del futuro de su propia disciplina o profesión. Estos grupos son una avenida de expresión para aquellas cosas que son importantes para los individuos y a través del eco de la colectividad, se pueden amplificar y hacer aún más potentes (logrando mejores resultados) que de manera individual o aislada. Las sociedades clínicas proveen oportunidades significativas de interacción e intercambio científico, relaciones de mentoría y tutelaje, educación e incluso reconocimiento por trayectorias o hazañas significativas.
Si bien en algunas ocasiones este tipo de agrupaciones son utilizadas como botín político e incluso financiero, no debemos dejar que esta manipulación nos aleje de conformar sociedades clínicas robustas y trascendentes, que ayuden a los individuos a permanecer conectados de manera significativa con los principios y valores fundamentales de las disciplinas que practican.
Sabemos que las asociaciones clínicas no son perfectas y quienes se unen tienen intereses particulares, sin embargo, estoy convencido de que siempre seremos más fuertes en los ámbitos profesional y personal si trabajamos juntos y que los beneficios de ser parte de algo más grande y trascendente es lo que da valor al efecto de agruparse. Colegas y profesionales clínicos: trabajemos en conjunto, sumemos esfuerzos.