Marie Kondo es una menuda japonesa que ayudó a medio mundo a buscar la felicidad con su libro “La magia del orden” (Herramientas para ordenar tu casa&¡Y tu vida!). Su éxito editorial fue tan grande que Netflix realizó una serie subtitulada “Sé feliz con Marie Kondo”. 

Basada en el minimalismo y el orden, Kondo explica cómo debes desechar lo que no te hace feliz. Una prenda de vestir, un adorno o cualquier artículo que no goces.

Es un ejercicio interesante cuando lo llevas al ámbito del trabajo e incluso lo trasladas a tu circunstancia urbana. Qué decir del clima de violencia o las políticas erróneas de tu país, aquellas que te producen infelicidad pero no puedes cambiar. Dice un amigo decorador que el sentido del orden, la proporción y la belleza le llegan desde el cosmos. Una elegante definición de su buen gusto. El “Felipe Ángeles” surgió desde el resentimiento y el mal gusto.

Desde hace días estoy rumiando la profunda infelicidad que da la destrucción del orden, la belleza y la gran utilidad para nuestro desarrollo del NAIM, el mejor aeropuerto posible de Latinoamérica. Es una frustración que nació desde octubre de 2018, cuando el gobernante decidió que no era bueno para él, aunque hubiera sido extraordinario para México.

Con la inauguración del aeropuerto de Santa Lucía volvió y se agudizó ese sentimiento de incomprensión, de desorden. Basta ver el proyecto de Norman Foster de Texcoco, la dimensión de sus 160 puertas de embarque y la rentabilidad de sus números para aborrecer la idea de que un aeropuerto menor como el “Felipe Ángeles” pueda sustituirlo.

Claudia Sheinbaum, la jefa de Gobierno de la CDMX, dijo que “se le salieron las lágrimas al verlo”, a mí también se me salieron y dos veces, pero de tristeza: cuando destruyeron el NAIM y ayer, cuando vimos a la clase política y empresarial validando la peor decisión de nuestra historia desde la nacionalización de la banca. Ahí vimos montones de hipocresía, connivencia, conveniencia y franca desvergüenza de la mayoría de los invitados. Es horrible ir por obligación y no por convicción.

Carlos Loret de Mola se atrevió, como siempre, a llamarlo un “aeropuerto chafa de un gobierno chafa&” Y no es que sea un aeropuerto del todo chafa, sino que es uno totalmente fuera de lugar. Mal ubicado para los procedimientos aeronáuticos, lejano a los usuarios, insípido en su arquitectura y hasta vulgar en la concepción de su decorado de lucha libre. 

Pudo ser una gran obra para Villahermosa, por ejemplo. Las 14 puertas de embarque y el edificio hubieran sido útiles para la terminal de Querétaro o del Aeropuerto del Bajío. Jamás para las necesidades de los habitantes de la zona metropolitana de la CDMX y las conexiones al extranjero. Más que chafa, podría llamarlo una burla a la razón y a la estética. 

Con el tiempo van a pasar dos cosas. Primero, la más inteligente: regresar al proyecto original del NAIM por la simple razón de que es una inmejorable inversión para el país. Segundo, la inmediata: Monterrey, Guadalajara y Cancún se convertirán en hubs (concentradores y distribuidores) naturales. OMA, la empresa que administra el Mariano Escobedo de Monterrey,  anuncia su crecimiento para albergar más vuelos internacionales e intercontinentales. Guadalajara ya tiene destinos a Europa y seguro los tendrá a Asia cuando termine la pandemia. Cancún tiene una ubicación privilegiada entre Norteamérica, Latinoamérica y Europa. No podemos llorar por un nuevo aeropuerto que podrá servir para terminal de carga y uso del Ejército, sin embargo, seguimos de luto por el Texcoco que pudimos haber tenido ya.

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