La palabra “nostalgia” proviene del griego “nostos” que significa regreso y también, nuevamente, del griego “algos” que significa dolor. Es una linda palabra que originalmente se usó para describir “el dolor o tristeza por el retorno a casa o al país de origen”. Sin embargo, actualmente su significado se extiende a cualquier añoranza por situaciones del pasado, que como sabemos, jamás retornará.
En mi caso, con una mezcla de alegría y nostalgia, recuerdo mis cursos de filosofía en la Universidad de Londres, en Inglaterra, en donde me gradué en esta disciplina. El énfasis de siempre procurar una argumentación pulcra y rigurosa -típica de la filosofía analítica- me dejó una huella indeleble (lo cual, desde luego, ¡no implica que yo siempre razone con total lucidez!).
Sabemos que argumentar a partir de establecer analogías entre dos cosas o situaciones A y B, es siempre un riesgo pues estas analogías no pueden ser exactas, si lo fueran ya no sería un argumento por analogía, sino que se tendría una identidad o una tautología. En los argumentos por analogía se debe de suponer que A y B son muy fuertemente similares y que A y B pueden ser comparados.
Por ejemplo, quienes argumentan la existencia de Dios señalando que; así como una obra tan compleja y perfecta como un reloj requiere de un relojero que es su creador, así la existencia del universo requiere también de un creador que es Dios. El problema de argumentar por analogía es que la similitud entre A y B generalmente es muy vaga y por tanto las conclusiones obtenidas son también igualmente vagas.
A pesar de la debilidad anteriormente expuesta, deseo argumentar por analogía el caso siguiente: Recientemente un grupo de alumnas de bachillerato externó su molestia por las faltas de respeto que reciben de algunos maestros, compañeros y transeúntes debido a la forma en que visten. Incomprensiblemente, para evitar estas agresiones y faltas de respeto algunos directivos de su escuela les aconsejaron no usar ropa que exhiba su cuerpo, esencialmente, vestir con mayor recato.
Este consejo fue muy mal recibido pues pareciera que, en lugar de atender el reclamo de las jovencitas víctimas de estos atropellos, quienes esto dicen se solidarizan con los agresores justificando su comportamiento debido a que este es, supuestamente, provocado por las señoritas.
En mi opinión veo cierta analogía entre el justificado reclamo e indignación de estos jóvenes y la lucha por terminar con la segregación racial en muchas partes del mundo, particularmente en Estados Unidos.
Recordemos la valentía de Rosa Parks quien en diciembre de 1955 rehusó levantarse de su asiento en un autobús urbano de la ciudad de Montgomery en Alabama, para cederlo a un pasajero blanco. Ella fue arrestada y encontrada culpable hasta que posteriormente la Suprema Corte determinó que las leyes de segregación racial eran inconstitucionales.
Otro caso interesante es el de la demanda de la familia Brown contra la Oficina de Educación de Topeka en Kansas en 1951. En este caso se rechazó el ingreso a la escuela de la hija del Sr. Oliver Brown por ser negra. La familia Brown demandó a la Oficina de Educación argumentando que la política de segregación era inconstitucional. El 17 de mayo de 1954 la Suprema Corte de Justicia por unanimidad de votos se expresó a favor de la familia Brown.
En los dos ejemplos mencionados, el de Rosa Parks y el de la familia Brown, hubo innumerables voces -vale enfatizar que muchas de estas voces fueron externadas por ciudadanos negros- que simplemente pedían que para no entrar en conflicto era preferible mantenerse alejado de los ciudadanos blancos cediendo los asientos de autobuses a los blancos y no inscribiendo a sus hijos en escuelas de blancos.
El evidente efecto de esta sugerencia era precisamente la consolidación y la no la abolición de los prejuicios de la segregación racial. Es claro que terminar con la segregación racial requirió de personas valientes que no permitieron ser amedrentadas, ni menos aún seguir “buenos consejos”.
Creo que hay cierta analogía entre la petición de las jóvenes en el sentido de que tienen derecho a vestir como gusten sin ser por esto agredidas y la lucha por terminar la segregación racial. Tengo también la certeza de que esta lucha no será fácil, pues igual que el ejemplo de segregación racial, requerirá de la educación de la población. Este es un proceso lento, pero no imposible.
Recuerdo que siendo niño escuchaba a “señores” que con disgusto decían al referirse a las señoritas que usaban “mini-falda”: “¿Cómo no las van a violar si se la pasan enseñando toda la pierna?”. Esa generación está afortunadamente cediendo el paso a individuos más educados, respetuosos y conscientes de los derechos de los demás.
Recordemos que Martin Luther King con perspicacia señaló que, “debemos aprender a vivir juntos como hermanos, o a morir juntos como idiotas”.